domingo, 28 de abril de 2024

Mc 11,33

 Y respondieron a Jesús: <<No lo sabemos>>. Jesús les replicó: <<Pues tampoco yo os digo con qué autoridad actúo así>>.

Finalmente, responden a Jesús, pero, en la alternativa, optan por no pronunciarse (No lo sabemos), mostrando su mala fe y el predominio de su interés personal. Ellos rechazan la enmienda, son opresores conscientes de su injusticia y no quieren rectificar. Sus motivaciones nada tienen que ver con Dios, cuya invitación han rechazado en la persona de Juan. Su táctica es política: buscando sólo conservar su poder y proteger sus intereses, se mantienen en una postura ambigua que no los compromete. Pero eso les lleva de momento a no poder condenar, como pretendían, la actividad de Jesús ni desautorizarlo públicamente. Tendrán que tolerar su enseñanza y tenderle trampas para cazarlo; más tarde, utilizar la traición de un discípulo para prenderlo. Su respuesta es una retirada que los juzga, desenmascarando sus verdaderas intenciones.

Utilizando de nuevo la formulación que emplearon sus adversarios (con qué autoridad actúo así, cf. v. 28), Jesús se niega categóricamente a responder a la mala fe (Pues tampoco yo os digo...). Para introducir las palabras de Jesús, Mc no emplea tampoco aquí el verbo "responder", pero, tanto en la respuesta evasiva de los dirigentes (lit. "dicen a Jesús"), como en la negativa de éste a darles cuenta de su actuación (lit. "les dice"), usa de nuevo el evangelista el presente histórico, aludiendo sin duda a la situación de la comunidad cristiana de su tiempo respecto a los dirigentes de Israel.

Ha fracasado el primer ataque de las autoridades contra Jesús. Aparentemente, se ha llegado a un punto muerto. Pero de suyo Jesús ha respondido en modo más clamoroso que si hubiese hecho una declaración solemne: confundiendo a sus adversarios con la pregunta sobre el bautismo de Juan, afirma el origen divino de su propia misión. Ellos no tienen más remedio que admitirlo.

Jesús desafía así a las autoridades supremas de Israel, que se le han acercado con ánimo inquisitorial, intentando abrumarlo con su prestigio (los tres grupos que componen el Sanedrín). No les reconoce autoridad alguna, ni responde al autoritarismo. No acepta que, movidos por malas intenciones, pretendan juzgar su actividad y oponerse a ella.

El enfrentamiento es formidable: un carpintero de pueblo (cf. 6,3), que desde hace algún tiempo se dedica a reunir un grupo de seguidores y a ponerse de parte de los oprimidos social y religiosamente cuestiona los fundamentos del sistema religioso judío; una especie de líder carismático procedente de la despreciada Galilea, se permite desafiar al Consejo supremo de Israel, a los garantes de las instituciones, a las autoridades legítimamente constituidas, a los representantes de Dios. Y lo más sorprendente es que los reduce a la impotencia y al silencio.

LA BIBLIA

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