Fueron ellos, encontraron el borrico atado a un portón, fuera en la calle, y empezaron a desatarlo. Algunos de los que estaban allí les decían: <<¿Qué hacéis desatando el borrico?>> Ellos les contestaron como les había dicho Jesús, y los dejaron.
Los enviados encuentran el borrico. Como les había dicho Jesús, el animal está atado, pero a la vista de todos (fuera en la calle); no tienen dificultad para dar con él. En la comunidad judía, la Escritura es accesible a todos, pero algunos de sus textos están neutralizados o ignorados por aquellos que controlan el acceso a la misma (el borrico atado a un portón).
Jesús había dicho a los enviados: si algunos os pregunta. De hecho, los que preguntan son varios: algunos de los que estaban allí, es decir, de los afincados en "la aldea" sin moverse de ella en otras palabras, algunos de los que han recibido la interpretación oficial de la Escritura y la siguen, sin cuestionarse esa interpretación, porque nadie les ha propuesto otra. Éstos se sorprenden de la acción de los discípulos de poner, figuradamente, de relieve un texto mesiánico olvidado, pero no se oponen a ella. Son gente de buena voluntad que, ante una alternativa, no reacciona con violencia.
Al oír que es el dueño del borrico quien lo reclama, aquellos individuos de la aldea no oponen resistencia (los dejaron); aceptan el anuncio de la presencia del Mesías y comprenden que éste se comporta como estaba anunciado en el texto profético. Los dos enviados cumplen el encargo de Jesús y se llevan el animal.
De cara a la esperanza mesiánica, la institución judía hacía una selección de textos del AT en sentido triunfalista; Jesús, a su vez, hace la suya: de entre los variados mesianismos que podían deducirse del AT, aprueba el de Mesías pacífico y universal y rechaza los otros.
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