<<Y lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: Manteneos despiertos>>.
La exhortación a mantenerse despiertos, última del discurso, se aplica no sólo al grupo de discípulos, procedentes del judaísmo, sino también al resto de los seguidores de Jesús de cualquier origen. Es decir, a todos los suyos, presentes y futuros, Jesús les encarga cumplir su mandamiento, el de la entrega por el bien de la humanidad; éste señala la actitud interior que ha de orientar la vida y la actividad del cristiano, identificándose con la persona de Jesús y ejerciendo una actividad como la suya, con la práctica de un servicio (v. 34: "los siervos") que no retrocede ni ante la amenaza de muerte (8,34s). Ésa es la única manera de alcanzar "el fin", asegurando el éxito de su llegada.
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