... <<no sea que, al llegar de improviso, os encuentre dormidos>>.
Se indica el momento de la llegada anunciada anteriormente (cf. v. 35), pero en este pasaje se le añade un rasgo particular: se verificará de improviso, por sorpresa. No dejará tiempo para cambiar de actitud ni rectificar.
La llegada equivale a "el día aquel" (v. 32) y designa la salvación que constituye el envés de la prueba ("la hora"). El aviso sobre su carácter imprevisto tiene, pues, por objeto prevenir contra la renuncia a la misión (estar dormidos), contra la dejación del seguimiento hasta el final (13,13). Si no hay esa entrega, la llegada para reunir a sus elegidos quedará frustrada.
Hay que poner este pasaje en relación con 8,38, donde la llegada del Hijo del hombre encuentra antiguos seguidores que se han avergonzado de él y de su mensaje ante la sociedad idólatra (lit.: "adúltera") y descreída (lit.: "pecadora"). Estos seguidores han cedido a la presión ideológica de la sociedad y han renunciado a su labor de evangelización. Prácticamente se han pasado al bando de los enemigos de Jesús y, naturalmente, no pueden ser recogidos por él como cosecha final.
Esta última nota sobre el peligro de fracaso acentúa la seriedad del aviso. Sigue aquí en juego la oposición establecida en 8,33: la disposición a la entrega por el bien de la humanidad significa hacer propio el programa de Dios (8,33); el "estar dormidos", es decir, el rechazo de esa entrega debido al deseo de triunfo para Israel, hacer propio "el de los hombres". El esfuerzo de Jesús se centra en hacer pasar al grupo de discípulos de un apego particularista y estrecho a la gloria del propio pueblo a un amor universal de entrega, por el bien de la humanidad entera.
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