<<Y vosotros, ¡cuidado con vosotros mismos!>>
Como la unidad precedente, también ésta comienza con un aviso, que, esta vez, es una exhortación. Jesús pretende despertar en los discípulos una actitud vigilante sobre ellos mismos. Esto supone que hay peligros o contingencias que afectan a todos y a cada uno de ellos y que han de ser difíciles, puesto que en ellas se requiere especial atención y cuidado.
Si la caída de Jerusalén va a representar "el principio de los dolores", el inicio de la época de maduración de la humanidad, Jesús va a explicar cómo afectarán esos "dolores" a los discípulos y cuál ha de ser su actitud ante ellos. No se trata, como antes, de la posibilidad de ser engañados (13,5b), sino de estar o no a la altura de las circunstancias.
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