sábado, 13 de julio de 2024

Mc 14,41

 Se acercó por tercera vez y les dijo: <<¿Así que durmiendo y descansando? ¡Basta ya, ha llegado la hora! Mirad, el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores>>.

Aunque queda implícito (se acercó), no se menciona que Jesús se hubiera apartado de nuevo de sus discípulos, ni tampoco que haya orado por tercera vez. El número tres completa y cierra una situación, por eso Mc, al omitir que Jesús orara otra vez, está dando a entender que su oración queda abierta, que el diálogo de Jesús con el Padre va a continuar durante toda la Pasión.

En cambio, la actitud de los discípulos sí queda fijada para lo sucesivo (por tercera vez): su incomprensión de los acontecimientos que se avecinan será total. La pregunta de Jesús (¿Así que durmiendo y descansando?) pone de relieve que siguen desentendiéndose de la situación y señala lo improcedente de semejante conducta. Jesús interrumpe el descanso de los tres (¡Basta ya!), contrario a su exhortación de que se mantengan despiertos, y señala la razón de su proceder: ha llegado la hora. Su pasión va a comenzar.

Jesús aparece tranquilo al anunciar la llegada de esta hora fatal; su serenidad recuerda la de las predicciones de la muerte-resurrección (8,31; 9,31; 10,33-34). Por un momento han flaqueado sus fuerzas, pero, tras la oración, está dispuesto a apurar hasta el final el trago amargo. La hora que había pedido que se alejase llega con toda su dolorosa realidad. Es la hora del sufrimiento, la de la entrega (13,11).

El uso, a primera vista innecesario, de la denominación <<el Hijo del hombre>> para designar a Jesús, recuerda a los discípulos dos cosas: que va a salir a la luz el odio a la plenitud humana por parte de ciertos círculos, calificados aquí de <<pecadores>>, y, por el sentido extensivo de la denominación, que la suerte de sus seguidores está en paralelo con la suya.

La frase el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores se corresponde con la del segundo anuncio de la muerte-resurrección (9,31): los que allí eran designados como "[ciertos] hombres", son aquí "pecadores/descreídos", es decir, gente apartada de Dios y opuesta a él. Con estas palabras identifica Jesús a los verdaderos "pecadores": no eran los mencionados en 2,15 a propósito de la llamada de Leví, gente despreciada socialmente, pero que siguieron a Jesús, sino los que esperan que sea entregado a ellos para condenarlo a muerte. Son los dirigentes del sistema religioso judío los pecadores de que habla Jesús.

La identificación de "[ciertos] hombres", enemigos del Hijo del hombre (9,31), con "los pecadores" (14,41), muestra al mismo tiempo que el pecado consiste en oponerse a la plenitud humana, sea en uno mismo, frustrando el propio crecimiento personal, sea impidiéndola en los demás.

LA BIBLIA

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