En seguida, mientras aún estaba hablando, se presentó Judas, uno de los Doce, y con él una turba con machetes y palos, de parte de los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores.
El adverbio inicial, en seguida, señala un cambio de escena, pero la precisión mientras aún estaba hablando la une estrechamente a la anterior. La escena anterior terminaba con el anuncio de Jesús de "que esta cerca el que me entrega" (14,42); ésta comienza señalando el inmediato cumplimiento de ese anuncio (se presentó Judas).
El traidor aparece mencionado por su nombre (Judas), pero sin el apellido Iscariote (única vez en Mc, cf. 3,19; 14,10), como si perdiera su individualidad: el nombre solo lo acerca a "Judea", "judío", y lo hace representante de la parte de Israel que traiciona a Jesús. De hecho, Mc usa el presente histórico, se presentó (lit. "se presenta"), para indicar que, en su tiempo, la actitud de Judas se continúa en la del pueblo judío.
Al llamarlo uno de los Doce, se subraya el fracaso del nuevo Israel. La mención enlaza con el acuerdo de Judas con los sumos sacerdotes (14,10-11). Ha encontrado la ocasión propicia (14,11). Al omitir el artículo (cf. 14,10: el [que era] uno de los Doce"), Mc parece extender la culpa al grupo entero.
Judas aparece como guía y jefe (y con él) de un tropel de gente (una turba) armada de manera rudimentaria (machetes y palos). No son tropas regulares ni la policía del templo, sino una banda de voluntarios o de mercenarios, esbirros de los dirigentes. Lo mismo que Judas se encargó de entregar a Jesús (14,10-11), evitando a las autoridades tener que buscarlo, así esta multitud se encarga de prenderlo, en lugar de las tropas o guardias oficiales. Van con armas, señal de que consideran a Jesús un individuo peligroso y esperan resistencia por parte de él y de su grupo.
La turba está enviada por las autoridades supremas, los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores, las tres categorías que componían el Consejo o Sanedrín (cf. 8,31; 11,27; 15,1), el Consejo en pleno va a ser responsable de la muerte de Jesús. Se nombran en primer lugar los sumos sacerdotes, los representantes oficiales del Dios de Israel; son ellos los mayores enemigos de Jesús, los que no pararán hasta conseguir que Pilato acabe condenándolo a la cruz (cf. 15,3.10-11).
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