Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte, pero no lo encontraban, pues, aunque muchos testimoniaban en falso contra él, sus testimonios no eran adecuados.
De entre los miembros del Consejo, los sumos sacerdotes llevan la voz cantante; ellos, los representantes más cualificados del sistema teocrático, que tienen en sus manos los resortes del poder, son los que muestran mayor hostilidad contra Jesús. Las otras categorías del Consejo, enumeradas antes por Mc (14,52), las compendia ahora en la denominación colectiva el Consejo en pleno. Donde se trata de condenar a Jesús, allí están todos.
Al círculo de poder judío le interesa conservar su poder y asegurarlo de cualquier perturbación. La verdad no cuenta para ellos; su criterio es el propio interés: lo que supone un peligro para sus sistema no tiene derecho a existir. Por eso tienen decidido dar muerte a Jesús (buscaban un testimonio contra Jesús...) y a ese objetivo lo subordinan todo, pero no desean que aparezca el verdadero motivo de la condena: el odio al que ha denunciado la explotación que hacen del pueblo (11,17). Buscan una figura jurídica que pueda convencer a los de fuera. Cualquier medio, aun el más injusto, sería legítimo para ellos. Para conseguir condenarlo a muerte necesitan un cargo grave y, en esta comparecencia de Jesús ante ellos, intentan buscarlo como sea.
Son muchos los que se ofrecen como testigos, haciendo patente el odio que reina en la reunión. Los testimonios parecen precipitados; improvisan a ver si atinan; de hecho, no tienen preparada una acusación válida contra Jesús. Le imputan cargos falsos por si dan resultado; pero ninguno de ellos bastaría para justificar la condena a muerte que quieren pronunciar. Necesitan una acusación que convenza a Pilato, y no la encuentran. Destaca la inocencia de Jesús, pues, si hubiera habido algún motivo real para condenarlo, lo habrían expuesto inmediatamente.
Por otra parte, los dirigentes quieren mostrar ante el pueblo que su condena es razonable y legítima. Por lo que a ellos toca, ya le habrían dado muerte (11,18; 12,12); pero ahora quieren simular justicia, para que la institución no sufra desdoro. No consiguen nada. Los testimonios no denuncian hechos suficientemente graves.
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