jueves, 1 de agosto de 2024

Mc 14,57-59

 Algunos, poniéndose en pie, testimoniaban en falso contra él diciendo: <<Nosotros le hemos oído decir: "Yo derribaré este santuario, hecho por manos humanas, y en tres días edificaré otro, no hecho por manos humanas">>. Pero tampoco así era adecuado su testimonio.

Otros de los presentes se levantan; van a presentar una acusación en regla. Antes eran "muchos" los testigos, ahora sólo algunos, pero su testimonio es más sustancial: según ellos, Jesús ha afirmado que destruiría no ya el templo, sino el santuario, el lugar de la presencia de Dios, donde se celebraba cada día el rito del incienso y cada año el de la Expiación.

El evangelista califica de falsa también esta acusación (testimoniaban en falso) y pone de relieve el cinismo de los testigos con sus palabras iniciales: Nosotros le hemos oído decir. En efecto, las que atribuyen a Jesús no reproducen ningún dicho suyo en este evangelio. Pueden considerarse, sin embargo, una formulación deformada de lo que ha revelado su actitud hacia el templo, el centro de la institución judía, a la que acusaba de ser explotadora del pueblo. El texto de Jr 7,11, que había citado en su denuncia (Mc 11,17), insinuaba la posible destrucción del templo; los testigos traducen en términos de acción (derribaré) lo que él ha expresado como juicio de valor ("cueva de bandidos").

Es, pues, de verdad que él ha insinuado primero en público (11,17; cf. 11,20) y anunciado después al grupo de discípulos la destrucción del templo (13,2), que incluye el santuario, pero no por obra suya. Serán los judíos mismos los que causen su destrucción. Su rechazo del Mesías (12,6-8) los pone en una dialéctica histórica que va a acabar en la ruina del pueblo (12,9) y, por consiguiente, de sus instituciones.

Según la frase que atribuyen a Jesús, el santuario del templo de Jerusalén es obra de manos humanas y sería en nada de tiempo (en tres días) sustituido por otro que no será obra de manos humanas. Los testigos entienden que, después de destruir el santuario existente, Jesús se propone edificar otro santuario material de manera portentosa.

Sin embargo, nunca ha hablado Jesús de construir un santuario nuevo. Ha podido dar pie a esta acusación la mención de la piedra desechada por los constructores, que se convierte en piedra angular (12,10); pero esta predicción no se refería a un nuevo santuario, sino, metafóricamente, a una nueva comunidad humana, y no sería Jesús el constructor, sino Dios. Para Jesús, en la perspectiva de la humanidad entera, las instituciones de Israel, íntimamente ligadas a un pueblo, a una época y a una cultura particular, no van a ser renovadas, han caducado definitivamente.

En el contexto de la acusación, la fórmula en tres días no está en relación con las tres predicciones de la muerte-resurrección (8,31; 9,31; 10,34: "a los tres días"). Los testigos expresan simplemente el cambio de santuario por intervención divina en un brevísimo espacio de tiempo.

Hecho por manos humanas se dice en el AT (LXX) de los ídolos paganos. Por tanto, según los testigos, quienes, como judíos, no conocen otra aplicación del término, Jesús habría acusado al templo de ser idolátrico; habría estigmatizado con este término, susceptible de suscitar en el pueblo gran aversión a su persona, el carácter del templo del dinero (11,17: "cueva de bandidos"). Por el contrario, lo que no está hecho por manos humanas es lo que viene directamente de Dios. Con esto habría declarado Jesús su superioridad sobre la institución de Israel, afirmando que Dios estaba de su parte y en contra del antiguo templo.

Implícitamente, la acusación atribuye a Jesús la pretensión de ser el Mesías, el único que, según algunos, tendría la potestad de construir el nuevo santuario. Los testigos quieren provocar una declaración que comprometa a Jesús y permita acusarlo y entregarlo a los romanos como agitador político. Pero al atribuirle, además, la facultad de destruir el templo, que en el AT se afirma sólo de Dios, lo están acusando de arrogarse la dignidad divina.

Así formulada, sin embargo, la acusación no se adecua al fin que se pretende (v. 55: condenarlo a muerte), pues concierne a una cuestión interna del sistema judío, que Pilato podría entender como pretensión propia de un reformador religioso. No sería motivo suficiente para condenarlo a muerte. Para lograr su propósito, Jesús mismo tendría que proclamarse Mesías. Así tendría una acusación objetiva ante Pilato, que ellos podrían manejar.

Puede preguntarse, sin embargo, si Mc se limita a exponer la acusación de los testigos o si, al mismo tiempo, a través de ella, deja entrever el destino de Jesús. Sin duda, la mención de los tres días, a pesar de la diferente formulación respecto a los anuncios de la muerte-resurrección (8,31; 9,31; 10,34), evoca al oyente o lector el texto de aquellos anuncios y lleva a interpretar la contraposición de "derribar" y "reconstruir" de la muerte y la resurrección de Jesús. No hace falta llevar más lejos los paralelos, a riesgo de caer en la arbitrariedad; pero lo apuntado basta para comprender que el evangelista hace que los testigos, sin saberlo e indirectamente, afirmen que el reo a quien pretenden condenar, aunque tenga por horizonte inmediato la muerte, acabará en un destino glorioso. Insinúan así el fracaso del propósito de la institución judía, representada por el Sanedrín, de terminar con Jesús. Es un anticipo de lo que Jesús mismo va a declarar al sumo sacerdote.

LA BIBLIA

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