sábado, 3 de agosto de 2024

Mc 14,65a

 Empezaron algunos a escupirle, le tapaban la cara, le daban golpes y le decían: <<¡Profetiza!>>.

En la misma sala (no se señala cambio de lugar) donde se celebra el proceso, se desata el odio contra Jesús. La reacción de algunos de los miembros del Consejo es extremadamente violenta (escupirle, le daban golpes). Existe un paralelo entre estos "algunos" y los "algunos" que habían testimoniado en falso (14,55), acusando a Jesús de haberse arrogado la facultad de destruir el templo y construir otro nuevo.

Es chocante que miembros del supremo Consejo judío, respetables maestros de Israel, representantes de la institución religiosa, miembros de la élite intelectual caigan tan bajo. Llevados de la inquina, pierden la mesura. Esto muestra que la sentencia carecía de toda ecuanimidad; no ha sido más que una revancha contra las denuncias de Jesús.

En su declaración, Jesús no se había hecho echo de la acusación sobre el templo. En cambio, a la pregunta del sumo sacerdote, había respondido en primer lugar afirmando su calidad presente de Mesías Hijo de Dios (14,62: "Yo soy"), pero añadiendo a continuación un vaticinio profético (14,62: "veréis al Hijo del hombre, etc.") que afirmaba su futura exaltación al lado de Dios y su triunfo, implicando la ruina de las instituciones judías e incluso de la nación.

A la condición de Jesús como Mesías Hijo de Dios algunos responden con el mayor desprecio: empezaron a escupirle. Se cumple con ello la profecía de Is 50,6 (LXX): "No desvié el rostro de la vergüenza de los esputos". Rechazan definitivamente al Enviado por Dios a Israel, al que podía cumplir las promesas, al que debía ofrecer la salvación a la humanidad entera. Rechazando al Mesías, anulan su propia historia y ciegan toda esperanza. Jesús les puso delante la posibilidad de optar por el Mesías. La respuesta que le dan es la mofa.

El vaticinio profético de Jesús, sobre su propia exaltación a la derecha de Dios y su llegada gloriosa tras la ruina del sistema judío (14,62), ha suscitado la condena unánime de los miembros del Consejo. Por eso ahora algunos reaccionan ridiculizando su calidad de profeta. La orden ¡Profetiza! alude sin duda a la profecía pronunciada antes por Jesús (14,62: "veréis..."). En son de burla, le tapan la cara y, en medio de los golpes, lo desafían a continuar aquella línea profética. El poder descarga su odio contra Jesús, que lo ha denunciado. Tapándole la cara quieren cegar al vidente; los golpes son el desahogo de su exasperación y la demostración de su victoria. Ellos tienen la fuerza; Jesús está inerme. A ver si ahora, cuando ellos vencen y lo humillan, se atreve a mantener su pretensión anterior (14,62).

Para ellos, Dios no puede estar en la debilidad; esta en el poder y la fuerza que no admite la derrota. La reacción violenta contra Jesús quiere demostrar que Dios no está con él, que es falsa su pretensión de que tiene la condición divina (14,62: "sentado a la derecha"). Ningún hombre puede atribuirse esa dignidad y menos alguien como Jesús que soporta, sin rebelarse, la mayor humillación. Ante ese hombre sólo cabe una pregunta despectiva: "¿Dónde está tu Dios?" (Sal 42/41,4.11; cf. Mc 14,34). No son conscientes de que mientras le piden, con golpes, que profetice se está realizando en Jesús el texto de Is 53,7 (LXX): ´"Él, aunque lo maltrataron, no abrió la boca".

Jesús guarda silencio. Ha dicho su palabra cuando tenía que decirla. Ha declarado ser el Mesías de Dios, el amado por él, y ahora se ve rechazado y ultrajado, y Dios, infinitamente respetuoso con la libertad humana, no lo defiende. Para el mundo, es la derrota del Dios de Jesús.

LA BIBLIA

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