sábado, 3 de agosto de 2024

Mc 14,66-67

 Estando Pedro abajo en el patio, llegó una de las criadas del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, se le quedó mirando y le preguntó: <<¿También tú estabas con el Nazareno, ese Jesús?>>.

La precisión abajo indica que el juicio de Jesús ha tenido lugar en el piso de arriba. En el patio se encontraban antes los sirvientes (14,54), entre los cuales se sentó Pedro. Éstos han desaparecido, se han hecho cargo de Jesús en algún otro lugar (14,65); aparece, en cambio, una criada del sumo sacerdote y, más tarde, un grupo de gente anónima (vv. 69.70: "los presentes"). Con ellos se encuentra Pedro.

Hay que notar, ante todo, que la escena arranca del mismo modo como se inició el episodio que describía la unción de la mujer a Jesús en Betania (14,3). Esto indica que, igual que la mujer del perfume era una figura representativa (14,3 Lect.), así también lo es la criada del sumo sacerdote. El término griego que designa a ésta (paidiskê) podía significar "esclava", "sierva" y, en la época helenística, "criada". Cualquiera de estos términos denota subordinación y servidumbre, es decir, falta de libertad. Esta mujer sin nombre es, por tanto, figura del pueblo sometido a la institución judía, representada por el sumo sacerdote; su número plural está indicado por la perífrasis "una de las criadas". Puede ser cualquiera de ellas.

En la escena de Betania, la mujer del perfume rindió homenaje a Jesús, que iba a morir por amor a los hombres, mostrando su disposición a dar la vida con él. En la escena del patio, la criada va a dar a Pedro la oportunidad de declararse discípulo de Jesús, que está siendo juzgado, y de estar dispuesto a compartir su destino.

Pedro, que no ha hablado ni se ha señalado, es un desconocido sentado en el patio entre los demás presentes. La razón por la que la criada sospecha de él es porque lo ve calentándose. Este particular apareció en 14,54, donde se afirmaba que Pedro estaba "calentándose a la lumbre". La expresión, además del sentido literal, tenía otro metafórico: Pedro se estaba enardeciendo con la esperanza de que Jesús, el Mesías ("la Luz / lumbre"), reaccionase a su prendimiento imponiéndose por la fuerza a sus enemigos y cambiase así el curso de los acontecimientos (14,54 Lect.).

Lo que la criada nota, por tanto, es la excitación y la actitud expectante de Pedro, que contrasta con su propia indiferencia ante la persona y la situación de Jesús. Pedro sigue enardecido; no se resigna a lo que está sucediendo, sigue esperando una salvación por la fuerza.

La criada, que ha notado el ánimo de Pedro (calentándose) y que quiere penetrar lo que lleva dentro (se le quedó mirando), le formula su pregunta según lo que ella sospecha de él.

Arriba tiene lugar el juicio de Jesús; abajo, en el patio, va a tener lugar "el juicio" de Pedro. De hecho, la pregunta de la criada a Pedro: ¿También tú estabas con el Nazareno, ese Jesús?, está en paralelo con la que hizo el sumo sacerdote a Jesús (14,61: "¿Tú eres el Mesías, el Hijo del Bendito?"); quiere saber si Pedro pertenece al grupo de Jesús, si es partidario suyo. A la pregunta sobre su identidad, Jesús contestó afirmativamente, con toda claridad: "Yo soy" (14,62), sabiendo que su respuesta iba a costarle la vida. Pedro intentará salir del aprieto como sea, respondiendo con una evasiva.

A Jesús lo interroga el sumo sacerdote, con todo el peso de su autoridad institucional; a Pedro, en cambio, le hace la pregunta una criada, figura del pueblo adicto a los dirigentes, gente de baja categoría social. El jefe del pueblo interroga al Mesías; la criada del jefe, al seguidor del Mesías.

La mujer designa a Jesús en primer lugar como el Nazareno (1,24; 10,47), indicando que es oriundo de Nazaret, pueblo de la región montañosa de Galilea, conocida por su nacionalismo a ultranza. Esta denominación ha aparecido dos veces en el evangelio. La primera, en boca del poseído de la sinagoga de Cararnaún, que tentaba a Jesús con el poder político afirmando que era "el Consagrado por Dios", es decir, el Mesías davídico de la expectación judía (1,24 Lect.). La segunda, se supone que en boca de la multitud que acompañaba a Jesús a la salida de Jericó camino de Jerusalén (10,47a) y que llega a oídos del ciego Bartimeo; este ciego, figura de los discípulos, identificó al Nazareno con el Hijo de David (10,47b.48b Lect.), otro modo de designar al Mesías davídico. La denominación está, pues, en relación con el espíritu violento y combativo que se atribuye al Mesías y que caracterizaba a los habitantes de Nazaret.

La criada atribuye a Jesús ese espíritu; para ella, es un exaltado, un subversivo, que habría sido detenido por alguna actuación violenta en Jerusalén. En el dicho de la criada se refleja, sin duda, la opinión común sobre Jesús de los sometidos al sistema, que justifican así su juicio y su condena.

Concuerda este hecho con la queja de Jesús con ocasión del prendimiento (14,48: "¿Cómo contra un bandido habéis salido con machetes y palos a capturarme?"), pues, como es sabido, el término "bandido" (gr. lêstês) se usaba para designar a los "zelotas" o nacionalistas fanáticos. También Judas, el traidor, había recomendado a la turba que condujeran a Jesús "bien seguro", temiendo una resistencia de éste o una revuelta de los suyos (10,44).

La criada pregunta a Pedro si estaba con el Nazareno, ese Jesús. Ironía de Mc, que con estas palabras alude al primer objetivo de la convocación de los Doce: "para que estuvieran con él" (3,14). Pedro tiene ahora la ocasión de cambiar de postura, dejando sus vanas esperanzas mesiánicas y afirmando que es discípulo de ese Jesús humillado y condenado, y que, como lo simbolizó la mujer del perfume, está dispuesto también él a dar su vida con Jesús (cf. 14,31).

Para describir las acciones de la cridada, Mc usa el presente histórico: llegó (lit.; "llega") y preguntó (lit.: "dice" / pregunta). Con esto insinúa que, todavía en su tiempo, el pueblo llano, adicto al sistema, señala con el dedo a los discípulos, poniendo a prueba su adhesión a Jesús juzgado y condenado por la institución judía; esa hostilidad debería darles ocasión de declararse sin ambages partidarios de Jesús. Se infiere que, en la época del evangelista, no es evidente su actitud de seguidores del crucificado.

LA BIBLIA

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