Los soldados lo condujeron al interior del palacio, es decir, al pretorio, y convocaron a la cohorte entera.
Los soldados no se conforman con la flagelación acostumbrada para los condenados a la cruz (15,15); actúan además por cuenta propia. Jesús está completamente indefenso, no puede apoyarse en nada: ni en la calidad de su actuación, porque, en último término, esa es la causa de la condena, ni en la justicia, porque el juez ha actuado mirando a su propia conveniencia.
Los soldados introducen a Jesús en el pretorio, residencia del gobernador durante su estancia en Jerusalén y baluarte en la ciudad del poder romano. Convocar a la cohorte entera (600 hombres) es sin duda una hipérbole con la que Mc presenta a los fieles servidores del imperio como espectadores complacidos del escarnio al impotente rey de los judíos.
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