Ea, marchaos, decid a sus discípulos y a Pedro: <<Va por delante de vosotros a Galilea allí lo veréis, como os había dicho>>.
El joven impide que las mujeres se demoren en el sepulcro y las despide con una orden (marchaos). Ya que han tenido la experiencia de que Jesús está vivo, tienen una misión que cumplir.
Les da un encargo para los discípulos y para Pedro. Lo que han experimentado en el sepulcro no pertenece al contenido que han de comunicar. De hecho, es incomunicable, por ser una experiencia personal. La fe en la resurrección no tiene su fundamento en un anuncio o una proclamación, sino en la experiencia del encuentro con Jesús resucitado.
Al enumerar los destinatarios del encargo, el joven menciona primero a los discípulos, designándolos como los propios de Jesús (sus discípulos); después a Pedro, como si no formara parte de ellos. De hecho, cuando el prendimiento de Jesús, todos los discípulos se mostraron cobardes, abandonándolo y huyendo (14,50), pero sólo Pedro acabó, más tarde, renegando por completo de Jesús y del grupo mismo (14,66-72). Su caso es excepcional, por eso se le nombra aparte. Las palabras del encargo, invitándolos a todos a reencontrarse con Jesús, restableciendo la relación con él, muestran el perdón por lo pasado y la necesidad particular que tiene Pedro de rectificar su postura. Ellos han abandonado a Jesús, y Pedro, además, renegado de él, pero él no los abandona ni reniega de ellos. Su amor no se desdice.
Una vez convencidas de que Jesús está vivo, las mujeres han de ir a decir a sus discípulos de parte de Jesús que vayan a Galilea, donde él les precederá (Va por delante de vosotros). Es la cita que les dio antes de llegar a Getsemaní (14,28), pero aquí añade una nueva precisión: allí lo veréis.
El empleo profético del futuro veréis (gr. opsesthe) se refiere siempre a la aparición de personajes o realidades pertenecientes a la esfera divina o procedentes de ella. De hecho es el que usó Jesús en su respuesta al sumo sacerdote: "Veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha de la Fuerza" (14,62). El verbo "ver" ha descrito también la experiencia del centurión ante la cruz (15,39: "Viendo") y la de las mujeres ante el joven (v. 5: "Vieron"). Para comprender correctamente la persona, el mensaje y la actividad de Jesús (cf. 4,12; 8,17-21), los discípulos tienen que llegar a la misma experiencia, y ésa sólo podrán tenerla en Galilea. Allí los espera Jesús para guiarlos de nuevo por el camino del seguimiento que, hasta ahora, no han sabido o querido recorrer con él.
Esto implica, en primer lugar, que deben abandonar Jerusalén y, con ella, los ideales del judaísmo, y, como han comprendido las mujeres, renunciar a un mesías de poder y a buscar la gloria de Israel como pueblo. Han de aceptar la muerte de Jesús y seguir sus pasos, su mismo itinerario, sabiendo que van camino de la vida definitiva.
Es decir, la muerte de Jesús no ha puesto fin a la misión, al contrario. En Galilea empezó Jesús su actividad, ahora les toca a ellos empezar la suya. Como a Jesús, también a ellos les espera la oposición de los poderosos, la persecución de los enemigos del mensaje cristiano y la posibilidad de sufrir la muerte. Pero ya tienen la garantía de que su tarea no será en vano: Jesús está vivo.
Galilea es, además, la frontera con los pueblos paganos. Su trabajo va a extenderse a ellos; deberán comenzar la misión universal a partir de Galilea, donde Jesús los llamó al seguimiento (1,16-21a). Han de retomar, desde el principio, el camino que no han sabido recorrer con Jesús. Él los espera para acompañarlos en la andadura y marcarles la ruta: es la promesa de su presencia en la misión futura.
Esto supone, para ellos, abrirse al universalismo. Han de ser pescadores de hombres (1,17), sin limitación alguna; aceptar y proclamar el amor de Dios que abraza por igual a todos los hombres y pueblos (4,11 Lect.: "el secreto del Reino de Dios"), y que ellos han de traducir en servicio y entrega (10,42-45). La salvación no se limita a Israel, se extiende a toda la humanidad, y esa tarea exige, por una parte, dedicación y entrega y, por otra, valor para soportar la oposición de un mundo injusto. Para ello tendrán la ayuda del Espíritu que Jesús les comunica.
La última frase del encargo: como os había dicho, garantiza el cumplimiento de lo anunciado por Jesús en 14,28, confiriendo a sus palabras un valor como el de la Escritura que allí se cita y subrayando la dependencia de los discípulos respecto a ellas.
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