Inmediatamente, mientras subía del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar como paloma hasta él.
A diferencia del de la gente, el itinerario de Jesús no termina en el Jordán. El <<bautismo/inmersión>> implica dirección hacia abajo, lugar metafórico de la muerte, pero este movimiento va seguido del <<subir desde el agua>>, que figura el retorno a la vida. Sobre Jesús no pesa un pasado, pero ante él se abre un futuro. Es consciente de su misión. Su labor ya no depende de Juan e irá más allá de lo que éste propone. Juan desaparece de la escena.
Al subir Jesús desde el río, una vez expresado su compromiso, se produce inmediatamente la respuesta celeste. La narración cambia de punto de vista; enfocada hasta ahora desde el exterior (<<llegó Jesús>>, <<fue bautizado por Juan>>), introduce en este punto un verbo de percepción: <<vio>>. La escena que sigue se contempla, por decirlo así, con los ojos de Jesús, se presenta como una experiencia personal suya.
Jesús ve <<rasgarse el cielo>>, es decir, experimenta que la esfera divina queda abierta para él. El verbo <<rasgarse>> (no <<abrirse>>) implica cierta violencia; el compromiso de Jesús <<rasga el cielo>>, rompe la frontera entre Dios y el hombre. Con esta imagen señala Mc el valor supremo de la entrega de Jesús y, al mismo tiempo, cómo Dios, por decirlo así, no puede contener la expresión de su amor cuando encuentra en el hombre un amor como el suyo.
La metáfora <<rasgarse>>, indica irreversibilidad: lo rasgado aparece como irrevocablemente abierto. Se anuncia con esto que, a partir de Jesús y a través de él, Dios va a comunicarse de una manera nueva, directa y continua, que lo hará cognoscible y accesible a la humanidad entera.
La respuesta divina al compromiso de Jesús es la bajada del Espíritu, que une la esfera divina con la humana, a Dios con el hombre. La decisión de Jesús, su propósito de entregarse por la salvación de la humanidad, atrae irresistiblemente al Espíritu de Dios. La trayectoria descendente del Espíritu va al encuentro de la ascendente de Jesús (<<subía del agua>>) hasta que ambas se unen (<<hasta él>>). Desde ahora, la trayectoria del Espíritu y la de Jesús serán una y la misma.
La bajada del Espíritu se describe en forma de experiencia continuando la de <<ver rasgarse el cielo>>: Jesús <<ve>> que el Espíritu, realidad celeste baja hasta penetrar en él. El término <<Espíritu>>, que significa <<violento/aliento>>, referido metafóricamente a Dios, denota la fuerza (viento) y la vida (aliento) de Dios mismo.
El artículo que precede al Espíritu lo identifica con el mencionado en 1,8, pero denotando además totalidad: Dios comunica a Jesús la plenitud de su fuerza y vida. Jesús es así el Hombre-Dios.
Ninguna de las dos veces que pone Mc al Espíritu en relación con Jesús (1,10.12) lo califica de <<Santo>>. Esta omisión puede ponerse en paralelo con el hecho de que Jesús <<no confiesa sus pecados>>: en 1,8 el calificativo <<Santo>> significaba <<el que consagra>>, haciendo pasar de la esfera del pecado a la esfera divina; al omitirlo en relación con Jesús, el que no tiene pecado, señala Mc que éste no necesita ser reconciliado con Dios, que ha gozado siempre del favor divino.
El Espíritu baja <<como paloma>>. El apego de la paloma a su nido era proverbial y se usaba en comparaciones. Según esta imagen, el Espíritu baja hasta Jesús velozmente, como a su lugar deseado. Corresponde esta imagen a la anterior de <<rasgarse el cielo>>; una y otra indican metafóricamente lo que en lenguaje humano podría llamarse la atracción irresistible que ejerce sobre Dios el compromiso total de Jesús. El que se entrega por amor a los hombres es el lugar natural del Espíritu de Dios.
Pero la expresión <<como paloma>> tiene también otro significado. Aunque no existen simbolismos bíblicos de la paloma aplicables a esta escena, una antigua exégesis rabínica (Ben Zoma, c. año 90 d.C) comparaba el cernirse del Espíritu de Dios sobre las aguas en la primera creación (Gn 1,2: <<el Espíritu del Señor se cernía sobre las aguas>>) al revolotear de una paloma sobre su nidada. Esta interpretación, consignada por escrito lo más tarde hacia el año 90 d.C., era sin duda ya común en la época de los evangelistas. Conforme a ella, el que baja sobre Jesús es el Espíritu creador, que termina en Jesús la creación del hombre, llevándolo a la plenitud humana.
Esta escena funda así la denominación <<el Hijo del hombre>> / <<el Hombre>>, que Mc aplicará a Jesús. Para llevar a cabo su misión, Jesús alcanza la plenitud de la condición humana, que incluye la condición divina. El Hombre es, por tanto, el Hombre-Dios, el portador del Espíritu.
La bajada del Espíritu sobre Jesús remite a varios textos proféticos, que interpretaban la misión para la que el Espíritu (la unción mesiánica) habilita al Mesías. En Is 11,1-9 (<<Pero retoñará el tocón de Jesé, y de su cepa brotará un vástago sobre el que se posará el Espíritu del Señor...>>), el Espíritu da al Mesías cualidades que le permitirán hacer justicia verdadera a pobres y desamparados, condenando al violento y al malvado; el resultado será una paz idílica (Is 11,5).
Is 42,1-4 (cf. Mt 12,18-21) presenta al Servidor de Dios, portador de su Espíritu, como el que ha de anunciar y hacer triunfar el derecho, no sólo en Israel, sino en la humanidad entera; pero no será demagogo ni violento (<<no altercará, no voceará por las calles>>), sino respetuoso con la libertad y paciente (<<la caña cascada no la quebrará, el pabilo humeante no lo apagará>>).
Is 61,1s (cf. Lc 4,18-19) identifica al Espíritu con la unción (<<El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido>>). La misión del Ungido se realiza en favor de los pobres, cautivos y oprimidos.
Importante es el texto de Miq 3,8 (LXX): <<Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza por el Espíritu del Señor, de justicia y valentía para anunciar sus culpas a Jacob, sus pecados a Israel>>.
Estos textos proféticos confirman que la enmienda pedida por Juan se refiere a la injusticia y a la opresión, y que el bautismo de Jesús significaba su compromiso de enfrentarse con ellas.
La bajada del Espíritu es, pues, la unción de Jesús hecha por Dios mismo, la investidura de Mesías (= Ungido) que lo capacita para su misión. La frase <<vio al Espíritu bajar hasta él>> subraya la conciencia mesiánica de Jesús.
La experiencia visual de Jesús declara ante todo su ser, el Hombre en su plenitud, el Hombre-Dios, aludiendo ya a su misión: <<el Ungido>>-Mesías.
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