y hubo una voz del cielo...
Tras la experiencia visual se describe otra auditiva. La voz, como el Espíritu, procede del cielo, morada simbólica de Dios, concebida en sentido espacial (de altura e inaccesibilidad), para significar la excelencia de Dios respecto de lo creado. Se usa así, por metonimia, en lugar del nombre divino.
En paralelo con el <<vio>> del vers. anterior, se habría esperado la frase <<oyó una voz del cielo>>. Sin embargo, el verbo que usa Mc denota mero suceso: <<hubo>>, <<existió>>, sin incluir la idea de sonido o audición. Con esto indica Mc que la comunicación no es realmente auditiva, sino que es la experiencia interna consciente de lo expresado por la voz.
El momento en que se percibe la voz coincide con el final de la trayectoria del Espíritu (<<hasta él>>). Es el contacto del Espíritu el que hace presente la comunicación divina, y ambos hechos describen la misma experiencia íntima de Jesús.
Esto significa que <<el cielo>> se ha aproximado, es decir, que Dios está en Jesús. Donde está el Espíritu está y actúa Dios. Se constata que Mc emplea el término <<el cielo>> como puro símbolo de la esfera divina, sin sentido espacial alguno. Jesús, en quien Dios (el Padre) está presente y habla, es, por su persona y actividad, la presencia misma de Dios en la historia (1,3).
La voz va a explicar el efecto y el sentido de la bajada del Espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario