lunes, 11 de septiembre de 2023

Mc 1,11b

 <<Tú eres mi Hijo, el amado, en ti he puesto mi favor>>.

Como la experiencia está descrita desde el punto de vista de Jesús, no del narrador, a Dios no se le nombra, se expresa sólo lo que Jesús siente.

Por la frase <<Tú eres mi Hijo>> se conoce que Dios habla en papel de Padre. Esta frase es una cita libre de Sal 2,7 (<<Hijo mío eres tú>>), donde Dios se dirige al rey que él mismo ha establecido. El salmo interpreta teológicamente la entronización del rey, que es llamado el Ungido (2,2: <<Mesías>>) de Dios. La bajada del Espíritu significa, pues, que Jesús ha sido consagrado y constituido por Dios Rey-Mesías, y que Dios mismo lo apoya contra sus enemigos.

El apelativo <<Hijo mío>>, más o menos indeterminado, del texto sálmico, se cambia en <<mi Hijo>>; esta expresión tiene carácter exclusivo, en correspondencia con la entrega total y única que ha hecho Jesús en su bautismo, posible por la ausencia de pecado en él. Respecto al salmo, cambia, además, el orden de las palabras: el <<Tú>> enfático inicial de Mc centra la declaración divina en la persona de Jesús, no en el título de <<Hijo>>. No se trata, pues, de una más en la serie de <<hijos de Dios>> (los reyes de Israel); se subraya, por el contrario la singularidad de Jesús, que en su persona realiza de manera plena la condición de <<Hijo de Dios>>.

El bautismo no es, por tanto, un relato de elección. Con la profecía citada en 1,2 expresaba Mc que Jesús tenía conciencia de su misión mesiánica (<<tu camino>>). Jesús llega de Galilea sabiendo a lo que está llamado; la escena del Jordán presenta su compromiso de entrega a su misión y su investidura como Mesías.

Se refuerza[ esta deducción al considerar que al sujeto <<Tú [eres]>> se le atribuyen no uno, sino prácticamente tres predicados. El pronombre <<Tú>> domina, pues, toda la frase. El Padre declara su amor sin límites por Jesús, acumulando los tres términos. Esta explosión de amor divino es la respuesta al compromiso de Jesús y la aprobación plena de la línea que se ha propuesto seguir.

El amor del Padre por Jesús se ha expresado en la comunicación de su Espíritu: el amor se realiza en la comunicación de vida.

En el contexto semítico, <<Hijo>> no significa simplemente el que recibe vida de otro, sino, ante todo, el que actúa y se comporta como su padre. La entrega de Jesús en favor de los hombres va a ser, por tanto, la revelación del amor de Dios por la humanidad. La frase <<Tú eres mi Hijo>> no revela en primer término lo que es Jesús, sino lo que es Dios: con ella afirma el Padre que su actitud para con los hombres es la misma que ha manifestado Jesús. En Jesús puede verse lo que Dios es.

El apelativo <<mi Hijo>> no se refiere, pues, al ejercicio de un poder dominador, como en los personajes del AT (Sal 2,5; 82,6); Jesús es <<el Hijo>> igual al Padre por tener la plenitud de su Espíritu, es decir, de su fuerza de vida y amor.

El segundo predicado, <<el amado>>, traduce a veces en los LXX el hebreo <<[hijo] único>> (Gn 22,2.12.16; Am 8,10; Zac 12,10). La declaración divina recuerda sobre todo Gn 22,2: <<Toma a tu hijo, a tu único (a tu amado), al que quieres, a Isaac>> (cf. Gn 22,12.16). El texto subraya la relación particularísima de Jesús con Dios, en cuanto Hijo único, lo que da al primer título una profundidad nueva: Jesús no es un rey o un profeta entre otros.

Por otra parte, el símbolo de muerte voluntariamente aceptada que ha sido el bautismo de Jesús ilumina el sentido de la expresión <<el amado/el único>>, que alude a Isaac. La alusión muestra que Dios, que se revela como Padre de Jesús, acepta su ofrecimiento: se declara dispuesto a entregar a su Hijo, pero invirtiendo los términos en que lo hizo Abrahán: no por el honor de Dios, sino por la salvación de la humanidad.

La frase final, <<en ti he puesto mi favor>>, corresponde a Is 42,1 (cf. Mt 12,18). La alusión al Servidor de Dios incluida en la unción con el Espíritu se hace explícita en las palabras divinas. El Servidor es el que ha de dar la vida para instaurar el derecho y la justicia en el mundo entero (Is 49,6; 50,4-9; 53,4ss). De este modo insinúa Mc la universalidad de la obra del Mesías y confirma la aceptación divina de la entrega de Jesús, expresada en el apelativo <<el amado>>. El mesianismo de Jesús se distancia así por completo de la idea triunfal del reino mesiánico imperante en la cultura judía de entonces.

La frase <<en ti he puesto mi favor>> coloca el hecho en el pasado. Como los otros dos miembros de la locución divina, supone el compromiso hecho por Jesús en su bautismo: el favor divino se ha expresado en la comunicación del Espíritu.

Así como la experiencia visual (bajada del Espíritu) describía ante todo el ser de Jesús, la declaración divina (<<Tú eres mi Hijo, etc.>>) pone de relieve su misión. Este binomio <<ser-hacer>> se reflejará en varios pasajes del evangelio.

En síntesis: La voz del cielo dibuja la figura de Jesús reuniendo rasgos dispersos en el AT. El Mesías/Ungido por el Espíritu es el Rey establecido por Dios, el jefe del nuevo pueblo de Dios, que se extiende a la humanidad entera. Es el Hijo único y amado, cuya muerte por el bien de los hombres expresa el amor de Dios por la humanidad. Su misión incluye la del Servidor de Dios: liberar a los oprimidos, pobres y cautivos (Is 42,7), y coincide con la del Rey mesiánico (Sal 72), pero ampliándola para establecer el derecho en el mundo entero (Is 42,1-4; 49,1-13) y dando su vida para realizarla (Is 50,4-9; 51,1-8; 52,13-53,12). Dios está con él, acepta su compromiso y le manifiesta su amor. Su obra será la de Dios mismo. La unción con el Espíritu es su investidura mesiánica, pero de un Mesías muy diferente del <<hijo/sucesor de David>> (10,47s; 11,9s; 12,35-37) esperado.

El bautismo de Jesús es el prototipo del <<bautismo con Espíritu Santo>> anunciado por Juan como obra propia del Mesías. Supuesta la ruptura con la injusticia (bautismo de Juan), muestra el compromiso positivo que a todos toca hacer: la adhesión a Jesús, con la entrega de sí mismos a una misión como la suya, colaborando con él en la salvación de la humanidad. Éste es el camino del Mesías, y el mismo ha de ser el del pueblo mesiánico. A ese compromiso responde Dios como Padre, comunicando su Espíritu y situando al hombre en la línea de <<el Hombre>>, Jesús, en la línea de la plenitud humana, que es la de <<hijo de Dios>>.

LA BIBLIA

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