En seguida, al salir de la sinagoga fue a casa de Simón y Andrés, en compañía de Santiago y Juan.
Al salir de la sinagoga, Jesús no se detiene. Rechazado el mesianismo propuesto por el poseído, evita el encuentro con la gente. No quiere sacar partido de un entusiasmo popular que podría falsear su misión.
De la sinagoga, local público establecido por la institución religiosa y controlado por sus representantes, pasa a un lugar privado, la casa de dos de sus seguidores, Simón y Andrés. Como aparecerá en la exposición, al lado del judaísmo oficial, representado por la sinagoga, hay círculos disidentes, representados por la casa.
Los dos pares de nombres se mencionan aquí en el mismo orden que en el episodio de la llamada (1,16-21a), aunque sin señalar los lazos de hermandad. La casa pertenece a los dos hermanos, y, como en la escena de la pesca (1,16-17), tampoco aquí aparece la figura del padre, manteniéndose entre ellos solamente la relación de igualdad.
Únicamente Santiago y Juan acompañan a Jesús desde la sinagoga a a casa; son la pareja de hermanos que pertenecen al Israel más tradicional (1,20 Lect.). Simón y Andrés, en cambio, no han asistido a la reunión del sábado. Se insinúa así su disconformidad con la institución religiosa judía. Concuerda esto con la ausencia para ellos de la figura del <<padre>>, que sería el transmisor de la tradición.
Como consecuencia de la llamada de Jesús, la casa va a contener una comunidad israelita mixta. El grupo anticonformista recibe en su seno al que lo es menos, pero que, por la esperanza del Reino, ha abandonado al padre, figura de la tradición y garante del acatamiento a la autoridad. No se mencionan los vínculos de hermandad: todos están bajo un techo, pero unidos por lazos que no son los de la sangre (cf. 3,34; 10,29s).
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