La suegra de Simón yacía en cama con fiebre.
No se dice que Jesús encuentre en la casa a Simón y Andrés, sólo aparece en ella la suegra de Simón. Su parentesco con éste no es de sangre (así no afecta a Andrés), sino efecto de la vinculación voluntaria de Simón a una familia o grupo humano.
La situación de la mujer se describe con dos rasgos: en primer lugar, por su estado, la postración, la impotencia (<<yacía en cama>>); en segundo lugar, por la causa que lo provoca (<<con fiebre/febricitante>>).
No aparecen palabras como <<enferma/enfermedad>> o <<curar>>, insinuando que no se trata de una simple curación. En cambio, dos veces se menciona la fiebre, destacando su importancia en el relato. En griego, los términos para indicar la fiebre derivan de <<fuego>>.
Esta fiebre/fuego impide toda actividad, y en particular el servicio a los demás, característica de los que siguen a Jesús, que se ejercerá apenas la fiebre desaparezca (v. 31). Liberar de la fiebre significa así capacitar para el servicio/seguimiento. Ahora bien: al sentido teológico del servicio debe corresponder un sentido teológico de la fiebre/fuego, que es el impedimento para ejercerlo.
La figura del fuego se inspira en el proverbial <<fuego/celo>> de Elías, <<el profeta de fuego>> (cf. Eclo 48,1.3.9; 1 Re 19,10.14; 2 Re 1,10.12.14), el gran adversario de la monarquía corrompida. El <<fuego>> aparece así como figura del <<ardiente>> celo reformista y violento propio de ciertos círculos de la época.
Aparece la correspondencia con la actitud antiinstitucional de Simón, manifestada al no asistir a la sinagoga. La fiebre de la suegra refleja la actitud de ciertos círculos caracterizados por su celo (zelotas) contra la corrupción y la injusticia de las instituciones, a los que está vinculado Simón. Se define así a Simón como un reformista violento. En el episodio de la llamada, la actividad de la pesca atribuida a Simón y Andrés era figura de su exaltado espíritu nacionalista (1,16 Lect.). Ahora se presenta otra faceta, la del reformismo por la violencia, y se precisa que es propio de Simón; Andrés es una figura incolora que se mueve en la órbita de su hermano.
Mc pone la liberación de ese espíritu en la figura de la suegra, no en la de Simón, pues de hecho éste se mantendrá en la misma actitud a lo largo de todo el evangelio. La escena subraya la incompatibilidad del ardor reformista que reina en el ambiente de Simón con el seguimiento de Jesús, expresado por el servicio.
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