Le regañó y lo sacó fuera en seguida diciéndole: <<¡Mira, no le digas nada a nadie! En cambio, ve a que te examine el sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés como prueba contra ellos>>.
Gracias a la acción de Jesús, el individuo se sabe aceptado por Dios ahora. Pero, como le habían enseñado en la sinagoga, sigue creyendo que antes Dios lo rechazaba, y esta concepción de Dios es intolerable para Jesús. Por eso <<le regaña>>. El antes leproso tiene que abandonar la idea de que Dios excluye de su amor a algún hombre, cualquiera que sea su condición. El rechazo por parte de Dios no ha existido nunca.
El causante de su marginación no ha sido Dios, sino la institución religiosa, que, además, le ha impedido conocer a Dios, proponiéndole una doctrina falsa sobre él. Tiene que convencerse de que ni la doctrina ni la praxis de la institución provienen de Dios o reflejan su ser, sino que se oponen a él.
Es decir, no le basta haber sido liberado de la marginación por obra de Jesús, tiene que liberarse él mismo de la creencia en la institución que injustamente lo marginaba. De lo contrario, estará siempre a merced de ella, que podrá marginarlo nuevamente. En Jesús ya ha conocido el rostro y el amor de Dios, ahora tiene que compararlo con la práctica de la institución y ver el Dios que refleja ésta.
De ahí la frase: <<lo sacó fuera en seguida>>, que, combinada con <<cuando salió>> (v. 45), parece indicar que el individuo se encontraba en un lugar o local determinado. Habría que pensar en una sinagoga, único local mencionado antes (v. 39). Sin embargo, la imprecisión de Mc impide aplicarlo a una sinagoga concreta, señala más bien la sinagoga como institución. A este hombre, figura representativa de todos los marginados, Jesús lo saca de su sumisión al sistema religioso. Éste lo marginaba enseñándole, en nombre de Dios, la doctrina de lo puro y lo impuro; pero esta doctrina es falsa, Dios no es así.
Para hacerlo salir, Jesús va a hacerle ver un contraste. Ante todo, le ordena que guarde silencio. Antes de hablar tiene que tomar plena conciencia de la total oposición que existe entre el proceder de Dios y el de la institución religiosa. Al percibirla, tendrá que concluir que ésta no representa a Dios ni habla en su nombre, y se emancipará de ella para siempre. Por eso debe comparar la aceptación gratuita de Dios que ha experimentado en Jesús con los penosos ritos de aceptación que impone el sistema religioso. Para ello, debe ir a presentarse al sacerdote, representante y mediador de Dios según la religión judía, quien lo sometería a un minucioso examen y ofrecería los sacrificios.
El AT atribuía a Dios las interminables prescripciones sobre la integración de un leproso curado, mostrando un Dios meticuloso, exigente y difícil de contentar. Jesús pone en entredicho esa atribución: las prescripciones no son de Dios, sino de Moisés. Para Jesús, toda la legislación sobre lo puro y lo impuro son preceptos humanos, no divinos. No es Dios el autor de la discriminación ni se puede marginar a nadie en su nombre. Al promulgar estas prescripciones Moisés no reflejó la voluntad de Dios, sino que cedió a la dureza del pueblo y denunció su falta de misericordia (cf. 10,5).
El origen humano, no divino, de la marginación se confirma con la expresión <<como prueba contra ellos>>, inspirada en Dt 31,26: <<Tomad el libro de esta Ley y colocadlo ... estará allí como prueba/testigo contra ti>>, es decir, contra el pueblo, por su infidelidad a Dios. Paralelamente, lo que según Marcos pretendió Moisés con las prescripciones sobre la purificación del leproso fue dejar una prueba incriminante contra el pueblo y la institución judía.
La Ley aquella, que ponía costosas condiciones para salir de la marginación, reflejaba solamente el egoísmo y la dureza de la sociedad judía, que temía y apartaba de sí al leproso. Era la prueba perenne contra una sociedad que no ayudaba al marginado ni se interesaba por él; demuestra que el pueblo, sin compasión ni amor al hombre, no conocía a su Dios. La institución y sociedades judías eran así inaceptables para Dios.
En resumen: El leproso es el tipo de marginado que acepta su marginación, considerándola justa y querida por Dios. La lepra/marginación estaba causada por el sistema, pero era real, porque el individuo la creía justa. Por eso no bastaba una liberación exterior y de hecho ni arreglar su situación dentro del sistema, que podría marginarlo de nuevo; tiene que comprender que el sistema es injusto e independizarse de él, liberarse interiormente negando toda credibilidad a la institución judía y a la Ley marginadora. Si no llega a considerar injusta su antigua marginación, tendrá que aprobar la marginación de otros.
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