domingo, 10 de septiembre de 2023

Mc 1,5

 Fue saliendo hacia él todo el país judío, incluidos todos los vecinos de Jerusalén, y él los bautizaba en el río Jordán, a medida que confesaban sus pecados.

La predicación de Juan tiene enorme resonancia. Se produce un movimiento de masas procedentes de toda Palestina, incluida la capital.

El verbo <<salir>>, utilizado por Mc, se usa en el AT para designar el éxodo de Egipto. Como lo anunciaban los textos citados antes por Mc (1,2.3), el pregón de Juan provoca un éxodo (cf. 1,2.3). La tierra de opresión de donde parte este éxodo es precisamente el país judío, con su capital, Jerusalén, lugar del templo y sede de las instituciones religiosas y políticas.

El desierto donde actúa Juan y la sociedad judía están, pues, contrapuestos. Para encontrar el perdón hay que alejarse de esa sociedad y sus instituciones, representadas por Jerusalén: la religión y el culto oficial no reconciliaban con Dios, por no sanar la injusticia existente. Con su respuesta al pregón de Juan, el pueblo mismo reconoce implícitamente la inautenticidad del culto y la ineficacia de la Ley. También los habitantes de la capital acuden a Juan: el desierto está más cerca de Dios que el templo.

La gente ha tomado conciencia de la situación en que vive. La voz del mensajero ha despertado la conciencia del pecado. La respuesta masiva indica que la injusticia invadía la sociedad a todos los niveles. La sociedad judía se reconoce culpable en cada uno de sus  miembros.

Van hacia Juan, no como comunidad organizada, sino como totalidad anónima, donde los vínculos sociales no tienen vigencia. Son una masa de individuos que sienten colectivamente su condición pecadora (<<confesaban sus pecados>>) y la necesidad de reconciliarse con Dios.

La vasta respuesta suscitada por la llamada de Juan da al fenómeno gran importancia social. El carácter público de la ruptura revelaba a cada individuo el enorme descontento que reinaba. De una situación de conformismo se pasa a un inconformismo de masa, que experimenta la necesidad de un cambio, de una salvación. Así prepara Juan el camino del Mesías.

<<Juan los bautizaba en el río Jordán>>. Es innegable la importancia que tuvo el Jordán en la historia de Israel, como frontera que hubo de atravesar para entrar en la tierra prometida. En el Jordán sucedió lo mismo que en el mar Rojo: las aguas se retiraron para permitir el paso del pueblo (Jos 3). El Jordán señala, por tanto, el final de un éxodo, anuncia el don de la tierra, meta de la liberación. Este sentido está indicado en el texto de Mc por la fórmula <<el río Jordán>> (única vez en el evangelio), que se encuentra sólo en tres pasajes del AT (Nm 13,29; Jos 4,5; 5,1), señalando la frontera de la tierra prometida.

El hecho de que el pueblo salga del país judío para acercarse al Jordán, donde Juan bautiza, indica la opresión que existe en la sociedad judía: la que fue tierra prometida se ha convertido en tierra de opresión, en paralelo con el antiguo Egipto. La nueva tierra prometida se encuentra fuera de los límites de Israel, pues el río constituye la frontera que separa a Israel de las demás naciones (Dt 3,17): el éxodo se realizará a la inversa del antiguo; no se pasará el Jordán para entrar en la tierra de la antigua promesa, sino al revés: Israel tiene que salir de sí mismo, abrirse a un mundo que está fuera de él. Pero Juan, que sitúa al pueblo a la entrada de la nueva tierra (<<el río Jordán>>), no puede hacerlo entrar en ella. Será ésta la misión del Mesías que viene.

Juan no es sólo testigo, sino agente del bautismo. Los que se hacen bautizar por él como respuesta a su mensaje lo aceptan como enviado de Dios y ven en el cambio de vida una exigencia divina.

El mensaje de Juan no ha sido de amenaza, sino de misericordia: Dios quiere cancelar el pasado pecador de quienes se propagan practicar la injusticia. Aunque la proclamación de Juan tiene gran resonancia social, atañe sobre todo al individuo. No manifiesta propósito de fundar escuela ni comunidad de ningún tipo; se dirige a todos, para que cada uno cambie de conducta. Ahí termina su misión.

El antiguo éxodo había consistido en la salida del pueblo como tal; en el que anuncia Juan participarán los que respondan a su invitación.

El movimiento popular suscitado por Juan se encuadra dentro de los muchos movimientos mesiánicos o renovadores que hubo en la época. En todos ellos, un cabecilla convocaba al pueblo prometiendo un cambio de sociedad, una vuelta a los idealizados orígenes de Israel, confiando ordinariamente en el uso de la violencia armada. El descontento con la situación existente hacía que estas proclamas tuviesen un notable eco en la población. Cuando el cabecilla era apresado o eliminado, como sucedía siempre, el movimiento se disolvía como la sal en el agua.

Sin embargo, tal como lo presenta Mc, hay una notable diferencia entre la predicación de Juan y las arengas de los cabecillas habituales. Juan no exhorta a una sublevación contra el orden existente ni promete ayuda divina para ella. Él mismo no se hace cabecilla del movimiento que suscita. Por el contrario, ataca la injusticia en cada individuo, haciendo comprender la complicidad de todos en la situación existente y la necesidad de un cambio personal, previo e indispensable para el cambio social.

LA BIBLIA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

APÉNDICES - MARCOS

El final abrupto de Mc y la omisión de toda aparición del Resucitado a sus discípulos dio pie, ya en el siglo II, a la adición de apéndices ...