domingo, 10 de septiembre de 2023

Mc 1,4

 se presentó Juan Bautista en el desierto proclamando un bautismo en señal de enmienda, para el perdón de los pecados.

Juan Bautista es el ángel/mensajero anunciado y la voz que grita. Al ser enviado por Dios, su voz es la de un profeta, y su presencia y pregón equivalen a una intervención divina en la historia.

Juan entra en la narración como un personaje conocido, pero únicamente por su nombre (Juan) y actividad (el Bautista); no se menciona su origen, familia ni profesión. Su figura no suscita el interés de Marcos más que en cuanto ejecutor de la misión para la que Dios lo enviaba. <<El Bautista>> será su título (1,4; 6,14; 24.25).

Como la voz anunciada (1,3), Juan proclama desde el desierto: se mantiene fuera de las estructuras sociales, lo mismo políticas que religiosas. Pero, además, dado el paralelo que establecían los rabinos entre Moisés y el Mesías, se relacionaba <<el desierto>> con la expectación mesiánica, y se había idealizado la época del desierto identificándola con el tiempo de la fidelidad de Israel a Dios. Nada tiene, pues, de extraño que los líderes de los movimientos renovadores, mesiánicos o proféticos, que surgieron en aquel tiempo lanzaran su proclama situándose en el desierto.

El objetivo de la misión de Juan era la reconciliación con Dios (<<el perdón de los pecados>>). Para obtenerla, la religión judía ofrecía medios, entre ellos los sacrificios de expiación. Juan no los toma en consideración e invita a un gesto simbólico: el bautismo en el río. El mensajero de Dios prescinde de la institución religiosa.

En este contexto, <<bautismo/bautizar>> significan <<inmersión/sumergir>> y están asociados a la idea de muerte. En los evangelios, <<la inmersión>> o bautismo se utiliza como metáfora de la muerte de Jesús (Mc 10,38s; Lc 12,50). Sobrevive en el bautismo el concepto de agua destructora.

Dejando aparte el baño como rito de purificación legal (Lv 14,8; l15,16.18), el bautismo o inmersión se usaba en el judaísmo como símbolo de un cambio decisivo en la vida, tanto religiosa como civil. El simbolismo subyacente era el de morir a un estado anterior para empezar una vida diferente. Existía, por ejemplo, la inmersión/bautismo, que indicaba el paso de la esclavitud a la libertad. Para los prosélitos del judaísmo significaba el abandono de las prácticas y creencias paganas y la adhesión a las judías. En estos casos, el bautismo expresaba un cambio de lealtades o de dueño, especificado por la circunstancia.

A la luz de este significado del bautismo/inmersión se entiende el bautismo de Juan, asociado a la enmienda. La inmersión, símbolo de muerte, es expresión máxima de ruptura; muestra la voluntad del hombre de sepultar su pasado pecador (1,5: <<confesaban sus pecados>>). De este modo indica cada uno que rompe definitivamente con su conducta anterior injusta para emprender una vida nueva: el acto exterior manifiesta el cambio interior de actitud y se convierte en compromiso público de enmienda.

Es decir, Juan no se limita a exhortar a un arrepentimiento privado, pide que cada uno se reconozca públicamente cómplice de la injusticia y exteriorice su ruptura con ella. No centra su denuncia en la injusticia o corrupción de las instituciones; se dirige a todo Israel, a la sociedad entera y a cada uno de sus miembros; no deja que se descargue la culpa de la injusticia en otros: cada uno ha reconocer la parte de culpa que le corresponde y rectificar la mala conducta propia.

Con su exhortación se inserta Juan en la tradición profética de Israel. La promesa de borrar los pecados se encuentra, p. ej., en Is 1,16-18, aunque usando lenguaje religioso: <<Lavaos, purificaos (acciones rituales judías), apartad de mi vista vuestras malas acciones; cesad de obrar mal y aprended a obrar bien...; aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve>>.

Este texto de Isaías define exactamente el significado de la enmienda: cesar de obrar mal y aprender a obrar bien. De hecho, el término griego para <<enmienda>> denota un cambio de actitud hacia los demás, que se traduce en un cambio de conducta. No contiene referencia a Dios, sino al hombre; en eso difiere de la <<conversión>>, que implica la vuelta a Dios. Como en el texto de Isaías, para perdonar los pecados pide Dios el cambio de actitud hacia el hombre.

Por eso el texto no necesita explicitar la calidad de los <<pecados>>; dada la tradición profética anterior, se da por sabido que <<pecado>> significa injusticia, daño habitual e intencionado al prójimo, especialmente a los más débiles.

Es decir, el término <<pecados>> no denota acciones meramente ocasionales, que se designan en Mc con otros términos, sino las que se derivan de una mala actitud hacia los demás y necesitan, para ser corregidas, un cambio de actitud (<<arrepentimiento>>) y de conducta (<<enmienda>>). El bautismo/inmersión, sepultura simbólica del pecado, subraya lo radical de la enmienda, expresando su carácter irrevocable.

Juan promete el perdón divino a los que cambien de actitud hacia el prójimo. No hay amistad con Dios sin amistad con el hombre. <<Preparad el camino del Señor>> (1,2.3) significa, por tanto abandonar la práctica de la injusticia.

LA BIBLIA

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