Se levantó, cargó en seguida con la camilla y salió a la vista de todos. Todos se quedaron atónitos y alababan a Dios diciendo: <<Nunca hemos visto cosa igual>>.
La orden de Jesús se realiza a la letra: el hombre se levanta y, cargando inmediatamente con la camilla, se marcha. Ahora el texto dice <<la camilla>> en lugar de <<su camilla>> (2,9.11; cf. 2,4: <<la camilla donde yacía el paralítico>>). La camilla, figura de su pasado, deja de ser suya: su pasado ya no lo tiene sujeto e inmovilizado; el hombre se ha hecho independiente de él, tiene libertad de movimientos y puede disponer de su vida.
La ejecución de la orden muestra la nueva vida y fuerza que ha infundido Jesús. Todos los presentes han sido testigos de lo sucedido; lo que se reputaba imposible se ha hecho realidad. Con esto ha demostrado Jesús la veracidad de sus palabras y la realidad del perdón. Queda deshecha la acusación de blasfemia; la teología de los letrados, que abría un abismo entre Dios y el hombre, ha quedado refutada: Dios se comunica al hombre y lo hace presencia y agente suyo en la tierra. No es Jesús quien ha blasfemado; es la doctrina oficial la que, por no valorar al hombre, está contra Dios.
Ahora la reacción es unánimemente positiva y se expresa en voz alta. Dado que la presencia de los letrados era una mera figura, el pronombre <<todos>> designa a los <<muchos>> que habían acudido a la casa (2,2), a <<la multitud>> (2,4). La reacción de la gente (<<se quedaron atónitos>>) es la más intensa de las registradas hasta ahora en el relato evangélico (cf. 1,22.27) y expresa el asombro ante lo absolutamente inesperado, como lo muestra la frase que pronuncian: <<Nunca hemos visto cosa igual>>; es un asombro positivo, pues los lleva a <<alabar a Dios>>.
Como se ve, la reacción no se dirige directamente a Jesús, autor de lo sucedido, ni lo menciona; reaccionan alabando a Dios. Han comprendido que, al actuar como Dios mismo, Jesús no se constituye en su rival, sino que revela lo que Dios es y su amor a toda la humanidad; de este nuevo conocimiento de Dios surge la alabanza.
El Dios que se manifiesta en Jesús es muy distinto del presentado por la teología de los letrados: es el Dios-amor, que da la seguridad del perdón y comunica nueva vida y libertad. No es ya un Dios lejano, inapelable e inescrutable, de cuyo favor no se tiene garantía. Ha terminado la angustia: en Jesús, Dios está cerca del hombre y le manifiesta su amor incondicional.
Cambia con esto el concepto de la salvación que Dios ofrece a la humanidad: no va a consistir en la hegemonía de Israel sobre los demás pueblos ni se realizará por obra de un Mesías guerrero; la salvación es universal y consiste en dar vida, no es quitarla. Además, es obra de todos los que quieran seguir a Jesús (significado colectivo de <<el Hombre>>).
Nótese que el comentario que acompaña a la alabanza no se refiere a una doctrina o un saber, sino a una experiencia, a lo que <<han visto>>: han constatado que la humanidad <<pecadora y paralítica>> puede recobrar vida y fuerza; comprenden que el amor y la vida de Dios se ofrecen a todos los hombres. Esto es para los israelitas <<lo nunca visto>>. Ha desaparecido el fantasma de los letrados, sus antiguos maestros (2,6).
El texto ha dado a entender que la curación del paralítico es una escenificación del mensaje que está exponiendo Jesús. Resumiendo ahora los datos de la narración, este mensaje afirma, pues, que Dios, por su amor universal, ofrece su Reino a todos los hombres por igual, sin distinción de pueblo o raza, por medio de Jesús. Por la adhesión a éste queda borrado el pasado pecador del hombre y se le comunica el Espíritu. El relato muestra la resistencia e incredulidad inicial de los oyentes judíos ante este mensaje, pero la nueva vida que aparece (<<se levantó>>) en el que se suponía indigno y excluido del Reino (<<paralítico/pecador>>), la independencia respecto a su pasado (<<cargó con la camilla>>) y su nueva libertad (<<salió/echó a andar>>), es decir, la realidad visible del hombre nuevo, demuestran la realidad interior del perdón/salvación. El texto refleja, sin duda, la experiencia que se tiene en tiempo de Marcos de la vitalidad de las nuevas comunidades formadas por los antes excluidos de Israel (<<pecadores/descreídos>>) y por los paganos que han dado su adhesión a Jesús.
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