Fueron a preguntarle: <<Los discípulos de Juan y los fariseos discípulos ayunan, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan?
Unos innominados van a preguntar a Jesús. A primera vista, parecen ser miembros de los grupos antes mencionados, discípulos de Juan y fariseos, pero al tenor de su pregunta, que se refiere a ellos en tercera persona, muestra que no lo son.
El texto usa los verbos en presente (lit.: <<van y le dicen>>) haciendo resaltar la actualidad de la pregunta. Esto, unido al uso del plural y al anonimato de los que proponen la cuestión, señala la recurrencia de la misma en la época de Mc. Apunta la incesante tentación de volver a las prácticas del pasado, olvidando la novedad de Jesús.
Expresan una fuerte extrañeza (<<¿Por qué razón?>>) ante la diferencia de comportamiento entre los discípulos de los grupos mencionados y los de Jesús; el modo de vida de estos últimos es insólito y les choca. La insistencia del texto sobre el término <<discípulos>> (4 veces) indica que la cuestión debatida es precisamente el modo de formar a los adeptos. El responsable de la formación es el maestro, que debería trazar un programa de vida e imponerlo a los que lo siguen. Por eso se dirigen a Jesús, para que él les dé una explicación.
Aunque entre los seguidores de éste (cf. 2,15) hay <<discípulos>> (los que proceden del Israel institucional) y <<pecadores>> (los excluidos de Israel), los objetores se refieren exclusivamente a los primeros. Los discípulos, que pertenecen a Israel, deberían seguir las prácticas tradicionales de la mejor piedad judía.
Comparan desfavorablemente a los discípulos de Jesús en primer lugar con los de Juan Bautista y en segundo lugar con los fariseos, en cuanto éstos son discípulos de los letrados de su facción. Al presentan a los fariseos mencionados al principio como discípulos de los letrados, que son los maestros de la sinagoga (1,22), se deduce que la doctrina sobre el valor del ayuno penitencial pertenece a la enseñanza que ellos imparten.
Al mismo tiempo, la mención de los dos grupos muestra que Mc no tiene en vista meramente la práctica de un círculo determinado, sino una idea extendida. Con su pregunta, los objetores parecen reprochar a Jesús un notable defecto de su dirección como maestro, no imponer a sus seguidores una praxis ascética penitencial que propicie la relación con Dios, como hacen las escuelas reconocidas.
De hecho, los que preguntan han notado en Jesús una ruptura con la tradición que les resulta incomprensible. No se profesan fariseos ni discípulos de Juan; tampoco pertenecen al grupo de Jesús. Son gente que, dando por indiscutible la validez de aquellas prácticas, fundadas en determinado concepto de la relación del hombre con Dios, se extrañan de la novedad que representa el grupo cristiano y reprochan implícitamente a Jesús no ajustarse a la doctrina tradicional.
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