Se congregaron tantos que ya no se cabía ni a la puerta, y él les exponía el mensaje.
Al saberse, la presencia de Jesús en Cafarnaún suscita un enorme concurso de gente que bloquea el acceso a la casa. Continúa el entusiasmo por su persona expresado por Simón y sus compañeros en cuanto abandonó Cafarnaún (1,37: <<Todo el mundo te busca>>). El deseo de encontrarlo no ha cesado y puede realizarse ahora que ha vuelto. De nuevo es Jesús el centro de atención, pero de forma diversa. Ya es conocido el mensaje proclamado por el antiguo leproso (1,45); la gente de Cafarnaún y de Galilea, <<la casa de Israel>>, acepta, pues, que Jesús derribe la barrera creada por las prescripciones sobre la pureza/impureza y se oponga a la marginación dentro del pueblo. Comienza la autonomía de la gente respecto a los principios discriminatorios de la doctrina oficial.
En este pasaje, la gente, como había hecho antes en Cafarnaún (1,33), va espontáneamente adonde está Jesús, todavía animada por el espíritu del judaísmo (<<se congregaron>>, cf. 1,33 Lect.). Sin embargo, ahora no es sólo la población de Cafarnaún (1,33), sino, figuradamente, los israelitas de toda Galilea, en cuanto miembros de <<la casa de Israel>>, los que se congregan donde está Jesús: ven en él, por tanto, al renovador de Israel.
Jesús les expone el mensaje, confirmando lo proclamado por el antes leproso (1,45): que Dios, en su amor, ofrece a todos su Reino y que no reconoce las discriminaciones establecidas por la Ley. Pero Jesús va a ampliar su extensión, abriendo también a los paganos el acceso al reino de Dios. Este contenido del mensaje no va a ser formulado abstractamente, sino puesto en forma de narración.
El paralítico y sus portadores son figuras representativas, como aparece por su anonimato y la ausencia de todo dato sobre ellos. No sólo eso, Mc presenta la narración entera como una escenificación del contenido del mensaje y no como un episodio real; así lo muestra, en primer lugar, la identificación que hace Mc de los portadores con el paralítico, como se verá en el análisis; en segundo lugar, el hecho de que ni unos ni otro pronuncien palabra, ni siquiera dirigiéndose a Jesús para expresar una petición, ni manifiesten reacción alguna ante la curación (compárese con el leproso, 1,40.45); de ellos sólo se narran gestos o acciones. Son como marionetas que sirven para poner ante los ojos el mensaje.
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