Pero llegaran días en que les arrebaten al novio; entonces, aquel día ayunarán.
Jesús prevé su muerte, a la que se había comprometido en su bautismo (1,9 Lect.) y que será el sello de su alianza (14,24: <<Ésta es la sangre de la alianza mía>>, cf. Jr 31,31). El día que lo maten será cuando ayunen los amigos del esposo. Es un día bien determinado; la frase inicial imprecisa: <<llegarán días>>, queda concretada por una acción (<<arrebaten>>) que interrumpe su presencia. Hay que notar que una frase equivalente (<<llegan días>>) anuncia en el profeta Jeremías varios acontecimientos liberadores y, en particular, el establecimiento de la nueva alianza de Dios con Israel; dado que la denominación <<el esposo/novio>> señala precisamente un cambio de alianza, es muy probable que el uso del plural, en cierta manera incongruente, pretenda aludir a este pasaje profético.
El momento se convierte en un <<entonces>>, determinado aún por <<aquel día>> (en el AT, el día de una intervención divina en la historia, llamado a veces <<el día de Yahvé>>), que coincide con el de su muerte.
Jesús no habla, por tanto, de un período de ayuno para los suyos, sino de la expresión ocasional del dolor causado por su muerte violenta (la fórmula <<aquel día>> excluye repetición). Concibe el ayuno como una expresión espontánea de luto nacida de un sentimiento interior de tristeza, que, en este caso particular, expresa solidaridad con su propia muerte; no lo concibe como una práctica impuesta por obligación ni establecida como sistema. Respecto a él, no está en relación con una ausencia continua, sino con un momento histórico determinado.
La boda/alianza va a ser una realidad permanente. La comunidad cristiana va a tener en toda época experiencia del amor de Jesús, presente en su centro; su ambiente será de alegría.
En adelante, el sentido del ayuno será meramente humano y circunstancial; como el llanto o el grito, podrá ser expresión individual en un momento de dolor, o el hombre podrá tener otros motivos para ayunar. Pero Jesús niega su valor religioso; Dios no necesita el dolor del hombre. Por eso no será el ayuno una práctica que exprese la actitud del cristiano en cuanto tal, pues la certeza del favor divino excluye la angustia e impregna su vida de gozo.
Pero la nueva relación del hombre con Dios a través de Jesús, que excluye la práctica del ayuno penitencial, tiene consecuencias más generales, que se exponen en los dichos siguientes.
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