Así constituyó a los Doce: A Simón, y le puso de sobrenombre <<Pedro>>; a Santiago de Zebedeo y a Juan su hermano, y les puso de sobrenombre <<Boanerges>>, es decir, <<Truenos>>...
La segunda parte de la perícopa explicita la primera en cuanto a la composición del grupo. La lista de los Doce comienza por los primeros llamados (1,16-21a): Jesús forma el Israel mesiánico con los israelitas que lo habían seguido.
Leví, que siguió a Jesús como los primeros llamados (2,14), no está incluido en la lista, porque, cuando fue llamado por Jesús (2,14), estaba excluido de Israel por su condición de <<recaudador/descreído>>. Su llamada fue el paradigma de la de los pertenecientes al otro grupo de seguidores, los que estaban fuera del Israel institucional (2,15). Los Doce, por tanto, no representan en Mc a todos los seguidores de Jesús, sino solamente a aquellos que proceden del ámbito de la antigua alianza (discípulos).
Mc no presenta la lista de los Doce como una novedad absoluta: en el texto original, la conexión de las frases <<constituyó a los Doce: a Simón le puso, etc.>>, da por descontada la inclusión de Simón en la lista. Con esto Mc hace consciente al lector de que <<los Doce>> incluyen a todos los discípulos (seguidores procedentes del judaísmo) llamados hasta el momento.
De ellos, los cuatro primeros de la lista han sido explícitamente llamados (1,16-21a), y su llamada fue el paradigma de la de todos los israelitas. Hay otros, por tanto, que también han sido llamados, aunque no se haya explicitado. La lista de los Doce los representa a todos, cualquiera que fuese su número real; de ahí que la mayor parte de los nombres designen a desconocidos.
La lista comienza por tres discípulos que reciben un sobrenombre y que forman así un grupo aparte. Termina con Judas Iscariote, que, por ser el traidor, queda separado del resto. En medio se intercalan ocho nombres, empezando por el de Andrés.
Se distinguen así fácilmente tres subgrupos: el primero, formado por Simón, Santiago y Juan; el segundo, por ocho nombres, a partir del de Andrés; el tercero, por Judas Iscariote, el traidor.
Jesús no cambia el nombre de Simón, sino que le pone un sobrenombre o apodo, <<Pedro/Piedra>>, lo mismo que hace con los Zebedeos (<<le puso de sobrenombre Pedro>>, <<y les puso de sobrenombre Boanerges>>). De hecho, cuando Jesús se dirige a aquel por su nombre, no lo llama <<Pedro>> sino <<Simón>> (14,37: <<Simón, ¿duermes?>>). Si Jesús hubiese pretendido efectuar un cambio de nombre, habría sido el primero en utilizar <<Pedro>> en vez de <<Simón>>. El evangelista, en cambio, a partir de este pasaje emplea exclusivamente el sobrenombre <<Pedro>>, que en las comunidades cristianas hará prácticamente de nombre.
<<Truenos>> es un apodo descriptivo, y, por el paralelo, el apodo de Simón, <<Piedra>> (Pedro), ha de tener el mismo valor. El término griego <<petros>> no es nombre propio, sino común; significa <<piedra>> movible, cuyas dimensiones permiten cogerla y lanzarla. El sentido del sobrenombre puede deducirse de lo ocurrido anteriormente con Simón; a pesar del esfuerzo de Jesús por liberarlo de su ideología reformista violenta (1,30 Lect.), Simón no ha cambiado de actitud: se propuso que Jesús aceptase el liderazgo que deseaba la gente de Cafarnaún y arrastró tras de sí a sus compañeros de llamamiento (1,36), haciéndose cabecilla de un proyecto contrario al de Jesús. El sobrenombre alude, pues, a la dureza de la piedra, significando la obstinación de Simón.
La repetición del nombre de Santiago destaca su figura respecto a la de su hermano. El sobrenombre que Jesús aplica a Santiago y Juan, <<Truenos>> (lit. <<hijos del trueno>>), está en relación con lo descrito en su llamada (1,20). Aparecían allí como miembros de un círculo judío jerarquizado, con diferentes clases sociales, donde escollaba una figura de autoridad, el padre Zebedeo. <<Hijos del trueno>> está en paralelo con <<hijos de Zebedeo>>, implicando en ambos casos los que se comportan como <<su padre>>/como <<el trueno>>.
En el AT, <<el trueno>> es la voz de Yahvé, el fuerte, que habla con ira y espanta a los no israelitas. <<El trueno>> puede explicarse así como la voz autoritaria del que posee poder. El paralelo se establece entre la figura del padre (Zebedeo) y la voz autoritaria. Los hijos son los herederos y continuadores de esta manera de comportarse.
Los sobrenombres o apodos avisan al lector para que preste atención al modo de actuar de estos tres discípulos, cuyos antecedentes no les ayudan a comprender el mensaje universalista ni la misión del nuevo Israel. Son una clave de lectura para los episodios posteriores.
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