Y siguió diciéndoles: <<¡Atención a lo que vais a escuchar! La medida que llenéis la llenarán para vosotros, y con creces>>
Terminada la exposición, añade Jesús un aviso final, que equivale a una exhortación a producir fruto. Jesús subraya la importancia de lo que va a decirles (<<Atención a lo que vais a escuchar>>). Va a exponer las consecuencias de las opciones, positiva y negativa ante el mensaje. Es la condición indispensable para ejercer la misión de que acaba de hablar. Sin hombre nuevo, no hay creación de una sociedad nueva.
<<La medida>> se refiere a las enumeradas en la parábola y en su explicación (4,8.20: <<treinta, sesenta, ciento>>). Por la asimilación del mensaje, el hombre actualiza hasta cierto punto su capacidad de vida; Jesús promete un incremento que no solamente duplicará el fruto, sino que rebasará esa medida. Este incremento, que acompaña a la actividad del hombre, es don gratuito. Dios comunica vida a los que hacen suyo el mensaje de Jesús, multiplicando el fruto más allá de toda expectativa.
Nótense las correspondencias de este dicho con la fecundidad de <<la tierra buena>> (v. 20). La producción de fruto se describe en la parábola en tres frases: <<treinta, sesenta, ciento por uno>>. En paralelo con ellas se encuentran las tres acciones expuestas en este dicho:
- treinta por uno -- la medida que llenéis.
- sesenta por uno -- la llenarán para vosotros (el doble).
- ciento por uno -- y con creces (lit.: <<y se os añadirá>>.
Se constata que las tres medidas de la parábola no se atribuyen a individuos diferentes, sino que representan el desarrollo progresivo de cada individuo.
En este proceso de crecimiento la vida divina se va comunicando al hombre. No hay que esperar el término de la asimilación del mensaje para recibir el don: se recibe en cada momento del desarrollo. Se describe así una estrecha colaboración entre el hombre y Dios, en la que el fruto final resulta de la coincidencia de dos actividades no solamente de la del hombre, pero tampoco solamente de la de Dios: sin la primera no existiría la segunda; sin la segunda, nunca llegaría el hombre a la plenitud. La acción de Dios acompaña a la del hombre y se inserta en ella.
Describiéndoles el fruto, Jesús anima a los suyos a producir y a crecer (<<para vosotros>>), mediante la plena aceptación del mensaje y su traducción en la vida. Jesús no es sólo un maestro que propone un mensaje, es también el salvador que capacita al hombre y lo transforma.
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