Lo despertaron y le dijeron: <<Maestro, ¿no te importa que perezcamos?>>
Ante la actitud de Jesús, los discípulos reaccionan exasperados despertándolo. Han comprendido que por sí solos no son capaces de salir del peligro. Pretendían actuar sin él o contra él, pero ven que van a la ruina. Antes habían impedido su acción, ahora la desean.
En toda la narración no figura el nombre de Jesús. En cambio, por primera vez se le aplica el título de <<Maestro>>, en relación con su anterior actividad de enseñanza y con la denominación <<sus propios discípulos>> (4,34). Ahora, sin embargo, el evangelista no designa como <<discípulos>> a los interlocutores de Jesús: a pesar de las explicaciones que éste les ha dado, no aceptan su mensaje universalista.
Con el título <<Maestro>> quieren recordar a Jesús que ellos, de algún modo, le pertenecen: por eso le reprochan que se desentienda de ellos. El reproche recuerda el que hicieron a Jonás: <<El capitán se le acercó y le dijo: "¿Por qué duermes tú? Levántate e invoca a tu Dios, para que ese Dios nos salve y no perezcamos">> (Jos 1,6 LXX). Los discípulos, en cambio, esperan la salvación de Jesús mismo.
La reacción de los discípulos se produce en el momento en que se ven perdidos (<<perezcamos>>); hasta entonces habían confiado en sí mismos, ahora no ven más que la ruina inminente y recurren a Jesús. Interpretan su sueño como indiferencia, sin reconocer que son ellos mismos quienes lo han reducido a la inactividad. Ante su propio fracaso, echan toda la responsabilidad sobre él.
Más que por Jesús, temen por ellos mismos. Creen en el poder de Jesús, pero dudan de su amor (<<¿No te importa?>>); era la mayor ofensa que podían hacerle (3,13: <<a los que él quería>>). Ellos aún no <<están con él>> (3,14), pero él sigue estando con ellos, y su fidelidad no se desmiente.
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