Llegaron adonde estaba Jesús, contemplaron al endemoniado sentado, vestido y en su juicio, al mismo que había tenido la legión, y les entró miedo.
Para situar la reacción de los que llegan usa Mc el presente histórico (<<Llegan, contemplan>>), poniéndola en primer plano respecto a la reacción de los porquerizos. Son hechos que siguen sucediendo en tiempo de Mc: está en curso la misión entre los paganos y la consiguiente liberación de los esclavos y oprimidos.
Llegados al lugar donde había estado la piara, se encuentran con Jesús y <<el endemoniado>>. Esta denominación, que se utiliza aun después de la liberación del hombre, indica que su violencia era públicamente conocida en la comarca (cf. 1,32 Lect.).
El aspecto que ofrece el antes endemoniado es completamente inesperado para los visitantes. El que se comportaba como una fiera salvaje, y al que habían intentado someter sin éxito, ha vuelto a la normalidad: en lugar de vagar errante por los montes y entre los sepulcros, está <<sentado>>, mostrando con su postura su sosiego y la estabilidad de su nueva condición. El <<vestido>> indica su dignidad y su identidad recuperada. Está <<en su juicio>>, es decir, es patente su equilibrio psíquico y dominio de sí, en vez de sus gritos y sus intentos de autodestrucción. Ahora no teme a sus antiguos opresores, no huye de ellos cuando se acercan; se siente libre y seguro.
Lo que contemplan los que han acudido es el efecto de la liberación efectuada por Jesús, cuya magnitud está acentuada por el inciso <<el que había tenido la legión>>, que subraya la violencia que había animado al hombre y que lo privaba de su humanidad. Aquel desecho humano se ha convertido en una persona.
La reacción de los que han llegado no es de alegría, sino de miedo. La condición humana del individuo al que habían tenido esclavizado y al que habían intentado reprimir por todos los medios la ven como una amenaza. El hombre liberado no muestra, sin embargo, la menor hostilidad contra sus antiguos opresores: él ha renunciado a la violencia y ellos no son una amenaza para su estado presente.
La rebelión ineficaz y dispersa no creaba alternativa, ni en consecuencia, ponía en peligro el poder económico. La liberación y maduración personal que efectúa Jesús abre, en camino, una alternativa que cuestiona la legitimidad de ese poder.
La comparación con la escena del paralítico (2,1-13), que exponía la salvación ofrecida a los paganos, ilumina el nuevo estado de este hombre. Tanto el paralítico como el poseído se encontraban en un estado de muerte; ambos aceptan el mensaje y dan su adhesión a Jesús. En respuesta, Jesús liberó al paralítico de un estado que lo separaba de Dios (2,5: pecados), comunicándole vida/Espíritu (2,10). En este caso, el geraseno es liberado de su violencia fanática y destructora, que también lo separaba de Dios (<<espíritu inmundo>>) y aparece libre y normal, recuperadas su humanidad y su dignidad; la nueva situación, que contrasta con el estado anterior de muerte, es también aquí efecto de la vida/Espíritu comunicada por Jesús.
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