Cuando Jesús atravesó de nuevo al otro lado, una gran multitud se congregó adonde estaba él, y se quedó junto al mar.
La travesía de Jesús termina en un lugar innominado, cercano a una población donde hay sinagoga (v. 23: <<un jefe de la sinagoga>>). La omisión de toda indicación topográfica precisa indica que la situación que va a describirse es general en Galilea.
Al partir para Gerasa, Jesús había dejado a la multitud a la orilla del mar (4,35); su vuelta a territorio judío atrae de nuevo una gran multitud.
Jesús está en situación de ruptura con la institución judía. La multitud, al acudir a él, muestra estar en desacuerdo con esta institución y no hacer caso de la excomunión pronunciada contra Jesús por los letrados de Jerusalén (3,22). Por otra parte, la insistencia del texto en señalar la travesía (<<atravesó, al otro lado>>) indica que esta multitud no puede ignorar que Jesús vuelve de territorio pagano, donde ha mostrado el camino de la liberación a los oprimidos de aquella sociedad. Se trata ahora, pues, de una multitud de oprimidos por la institución religiosa judía, que ven una esperanza de liberación en Jesús; al saber que éste se ha interesado incluso por los oprimidos paganos, deducen que su propia expectativa de liberación no quedará frustrada. Sin embargo, la <<gran multitud>> que acude, comparada con la <<multitud grandísima>> de 4,1, hace ver que la apertura de Jesús a los paganos ha alejado de él a una parte del pueblo.
Con todo, el uso del verbo <<congregarse>>, relacionado con <<sinagoga>>, señala, como en ocasiones anteriores (2,2 Lect.; 4,1, cf. 1,33), que estos oprimidos, que ponen su esperanza en Jesús, no perciben aún la novedad de su mensaje (4,26-32), sino que lo consideran un reformador y restaurador de las instituciones tradicionales.
Jesús <<se queda junto al mar>> (cf. 2,13; 4,1), paso a los países paganos y figura del horizonte universal del mensaje, reafirmando su postura en oposición al etnocentrismo (<<se congregó>>) de la multitud.
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