viernes, 5 de enero de 2024

Mc 5,25

 Una mujer que llevaba doce años con un flujo de sangre...

Un incidente interrumpe la marcha del cortejo que va a casa de Jairo: hay una mujer enferma que busca curación en Jesús. Contrasta esta figura de mujer adulta y, por tanto, responsable con la de la hija de Jairo, niña y dependiente.

La enfermedad de la mujer se describe como una metrorragia crónica, que, además de atormentarla físicamente, la hacía legalmente impura y transmisora de impureza. Estaba obligada por la Ley a evitar todo contacto con las demás personas, y éstas a evitarlo con ella. En Ez 36,17 la impureza del flujo menstrual es figura de la infidelidad del pueblo: <<Como la impureza de una menstruante era su conducta ante mí>>. La enfermedad representa, pues, la acusación que hacen los círculos rigoristas al pueblo no observante, manteniéndolo en situación permanente de inferioridad y marginación.

La enfermedad duraba ya <<doce años>>. Esta innecesaria precisión crea una clara alusión a Israel; el mismo número señalará más adelante la edad de la hija de Jairo (5,42). Se confirma que ambas figuras, anónimas y sin rasgos personales, designan de algún modo al pueblo judío. De hecho, cada una de ellas representa a un sector de ese pueblo que, en la época de Jesús, sufre la opresión por parte de la institución religiosa: la hija de Jairo, al de los integrados en ella; la mujer con flujos, a los que ella relega a la marginación.

En el caso de la mujer, como en el del leproso (1,39-45), es la enfermedad, que la hace legalmente impura, la que la constituye en representante de los sectores marginados de Israel. El motivo de su discriminación es religioso: es la Ley de Moisés la que impide su integración en la estructura cultual y en la comunidad del pueblo escogido, y la que, en último término, los excluye de la salvación, pues la impureza no permite el acceso a Dios.

Al mismo tiempo, la enfermedad que se atribuye a la mujer hace imposibles las relaciones sexuales; este sector del pueblo está, por consiguiente, condenado a la esterilidad. Dentro del lenguaje figurado del evangelista, está fuera de la alianza, separado de Dios, sin posibilidad de futuro.

El flujo de sangre simboliza la pérdida incontrolable de vida. Lo prolongado de su enfermedad indica la gravedad de su estado. La Ley, que la declara impura, mantiene a este sector del pueblo privado de Dios, lo obliga a vivir marginado y no le ofrece vida, sino muerte.

LA BIBLIA

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