... que había sufrido mucho por obra de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía sin aprovecharle nada, sino más bien poniéndose peor ...
En el marco del carácter representativo de la mujer, el recurso a muchos médicos y el gasto de todos sus bienes son figuras del vivo deseo de estos oprimidos, que no han escatimado medios para encontrar una salida a su situación. Se hace patente el fracaso de sus numerosas iniciativas ante la inflexibilidad de los intérpretes de la Ley. Cada vez que ha intentado obtener salud sólo ha conseguido agravar su enfermedad. El valor supremo, por el cual lo ha intentado todo y ha derrochado sus bienes, era obtener la relación con Dios, la salvación y la integración en el pueblo de la promesa, que su impureza/marginación le impide.
Muchos se han ofrecido a sacarla de su situación (<<médicos>>), pero las numerosas soluciones propuestas eran todas falsas. Los que se llamaban expertos en restituir vida/salud lo han sido solamente en causar dolor; no han detenido la pérdida de vitalidad (flujo). Por otra parte, la búsqueda ha hecho perder a la mujer/pueblo incluso sus medios de vida, quedando reducida a la miseria (<<todo lo que tenía>>). A cambio de su esfuerzo y de su dinero no ha obtenido más que un empeoramiento de su situación. Los mediadores (<<médicos>>) que prometían salvación aparecen así como meros explotadores de las aspiraciones del pueblo marginado.
La figura de la impureza conecta estos medios buscados por la mujer con los costosos ritos y sacrificios de purificación mencionados en el caso del leproso (1,44); se trata en ambos casos de la explotación religiosa. A la mujer le han prometido una purificación y reinserción que nunca llega: las condiciones de observancia legal que se exigen para ello son tan estrictas que resultan imposibles de cumplir y, por otra parte, fomentan el sentido de culpabilidad de los marginados.
El conjunto de detalles que acumula Mc sobre la situación de la mujer describen un estado de profundo desengaño e irremediable fracaso. Lo ha probado todo y todo le ha salido mal; ya no le queda nada que perder. Por sí misma ha llegado a la convicción de que dentro del sistema religioso no hay solución para ella.
La mención del recurso a <<muchos médicos>> ha de asociarse con el dicho de Jesús en 2,17: <<No tienen necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal>>. Este dicho hace ver que la mujer pertenece al grupo de <<los que se encuentran mal>>, expresión que designa a los oprimidos de Israel (1,32) y a los <<pecadores>> (2,17), excluidos del pueblo y de la alianza por los fariseos letrados, custodios de la observancia (2,16). Se ve que en Israel la opresión se ejercía sobre todo con la marginación religiosa y social.
El ardiente deseo de mejora de la mujer/pueblo se había mantenido hasta ahora dentro de las categorías de la Ley/institución, pensando que su marginación estaba justificada. Este sector del pueblo tiene mala conciencia por no ser capaz de observar la Ley al modo como se le exige; en el fondo cree que el sistema lleva la razón. No ha recurrido a Dios, que, según la Ley, no lo aceptaba por su impureza, sino a hombres. Dentro del ámbito de la Ley ha probado mil veces, y mil veces ha fracasado. Quiere la reconciliación con Dios, pero la Ley se la niega. No hay solución desde dentro. La ley de lo puro y lo impuro quita la vida a los que excluye del pueblo (mujer); a los que se integran en la institución religiosa, se la quita el legalismo fariseo (hija de Jairo).
En el caso del leproso (1,39-45), era la Ley la que causaba la lepra/marginación, convenciendo al individuo de su impureza; también aquí es la Ley la que causa la pérdida de vida. Como en el caso del geraseno (5,2-20), una vez aceptadas las categorías del sistema, todos los esfuerzos son inútiles a causa del poder de la institución. Hasta ahora no ha habido alternativa a la institución judía. La alternativa empieza con Jesús.
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