Además les dijo: <<Dondequiera que os alojéis en una casa, quedaos en ella hasta que os vayáis de allí. Y si un lugar no os acoge, ni os hacen caso, al salir de allí, sacudíos el polvo de los pies como prueba contra ellos>>.
Cuando el judío viajaba se hospedaba siempre en casa de otros judíos. Lo que han de hacer los enviados se opone frontalmente a esa praxis: entrar en cualquier casa, aunque sea de paganos, despreciados y considerados impuros por los judíos; depender de ellos para la supervivencia; no observar los tabúes alimentarios propios del judaísmo; constatar que hay gente humana acogedora por encima de las ideologías o religiones. Jesús les había expuesto el mensaje completo, y no ha servido: con palabras, ha sido inútil. Intenta que sea el contacto con la realidad humana el que los convenza. Nueva prueba de su solicitud por ellos.
Respecto al contacto con la gente que van a encontrar, han de aceptar la hospitalidad que les ofrezcan, sin cambiar de alojamiento, para no desairar la buena voluntad ni afrentar la hospitalidad ofrecida. No tienen que informarse o investigar sobre quién los acoge. Deben aceptar simplemente a las personas y lo que les ofrecen, haciéndose iguales a todos, sin exigencias ni remilgos y sin mostrarse reacios a los usos del lugar. No les dice que curen a los enfermos ni que expulsen a los demonios o espíritus inmundos. La solidaridad que piden no debe basarse en el agradecimiento o en el reconocimiento de hechos extraordinarios, sino solamente en que son seres humanos sin recursos.
Los enviados, pues, han de dar un testimonio múltiple: de igualdad entre ellos y con todos; de desinterés, no queriendo acaparar alimento ni dinero; de dignidad, por no presentarse como mendigos; de pobreza, por la calidad de su vestido; de confianza en la solidaridad de todos; de sencillez y gratitud, aceptando cualesquiera condiciones de alojamiento que se les ofrezcan. Y, al depender de la buena voluntad de los demás, se elimina toda pretensión de superioridad.
La gente que los acoja estará acogiendo a extraños. Contrariamente a la xenofobia judía, hay en todas partes personas dispuestas a ayudar hasta a los más desprovistos. Esto ha de enseñar a los Doce a derribar las barreras que ha erigido la religión judía, cuando vean que otros no las establecen respecto a ellos. Los parámetros deben cambiar cuando experimenten que gentes extrañas se abren al que no tiene nada y de quien no esperan nada. La acogida de los pobres es la prueba del amor desinteresado.
Pero hay que contar con la posibilidad del rechazo, como le ha ocurrido a Jesús. Donde no los acepten a ellos o no les hagan caso, deben abandonar ese lugar. Puede haber gente que no se conmueva ante la necesidad ajena, e ideologías nacionalistas que no admitan la igualdad de todos los pueblos. Quienes rechazan la solidaridad y la hermandad carecen de humanidad y fomentan la injusticia.
Para quedarse en un lugar basta que una <<casa/familia>> los acoja; para marcharse hace falta que el rechazo provenga de toda la colectividad (<<un lugar>>). Es decir, deben aprovechar la mínima ocasión que se ofrezca para entablar contacto con la gente.
No han de imponer su presencia a nadie, pero tampoco perder tiempo; no harán proselitismo, respetarán la libertad, pero señalando la responsabilidad de las opciones humanas, que no son indiferentes. Van a mostrar un modo de actuar que invita a corregir todo lo que en cada ambiente se oponga a él. Sin embargo, no deben detenerse a polemizar con los que los rechacen; aunque, si les cierran las puertas, deben denunciar esa actitud.
<<Sacudirse el polvo>> de las sandalias era un gesto que hacían los judíos al volver de territorio pagano; con él se indicaba que no se quería contacto alguno con los que no conocían ni daban culto al verdadero Dios, considerados como impuros. El gesto de los enviados acusa a los habitantes del lugar que los rechaza de que por su culpa no hay diálogo posible. El mensaje de Jesús, que es el de Dios, incluye el deseo activo del bien de todos los hombres, de la solidaridad, de la paz: en una palabra, del amor. El alejamiento de Dios se debe al rechazo de este mensaje y es culpa del hombre (cf. 7,15).
El pasaje define así quiénes son los verdaderos paganos, es decir, quiénes no conocen o se oponen al verdadero Dios. Para Israel, eran los que no profesaban su religión; para Jesús, los que, sean o no judíos, se muestran inhumanos con el prójimo y se niegan a prestarle ayuda. El conocimiento del verdadero Dios no depende de las creencias, sino del modo de actuar: quien no refleja en su conducta el amor universal de Dios es un pagano, independientemente de sus creencias religiosas.
En estas instrucciones de Jesús expone Mc las condiciones que han de cumplirse en toda misión futura, poniendo de relieve los obstáculos que impiden la de los Doce o Israel mesiánico. Lo más importante, sin embargo, no es atenerse a la letra de las instrucciones, sino adoptar las actitudes que ellas reflejan: un enviado de Jesús no ha de presentarse con pretensiones de superioridad ni actuar con atisbo de codicia, sino con sencillez y desprendimiento; no deben discriminar a nadie, sino tratar a todos como iguales; han de inspirar confianza y, en principio, confiar en todos; antes de dar tiene que estar dispuesto a recibir. Tiene también que denunciar las actitudes y comportamientos inhumanos o insolidarios allí donde se produzcan.
Puede haber en el pasaje una crítica a la actitud de los judaizantes del tiempo de Marcos en su trato con los paganos.
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