La mayoría, al oírlo, decían impresionados: <<¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste, y qué fuerzas son ésas que le salen de las manos?>>
La enseñanza de Jesús impresiona al auditorio. Es la misma reacción que se produjo en la sinagoga de Cafarnaún (1,22: <<estaban impresionados de su enseñanza>>). Sin embargo, las conclusiones que ahora sacan difieren esencialmente. Los de Cafarnaún reconocieron la <<autoridad>> más que humana de Jesús (1,22: <<porque les enseñaba como quien tiene autoridad>>), que lo hacía equiparable a un profeta; la consecuencia de aquel reconocimiento fue el descrédito del modo de enseñar de los letrados (1,22: <<y no como los letrados>>).
Ahora, en cambio, aunque han quedado igualmente impresionados, no interpretan la superioridad de Jesús en términos de autoridad divina, sino que expresan la duda sobre su posible origen (<<¿De dónde le vienen a éste esas cosas?>>). Ahora bien: si esta superioridad más que humana no procede de Dios, no puede tener más que un origen, el demonio, y tal es el juicio implícito en la duda.
La pregunta inicial se concreta en otra donde se distinguen el saber y la actividad de Jesús, los dos terrenos en que se manifiesta su superioridad. En primer lugar se preguntan por la calidad de su saber: <<¿Qué clase de saber le han comunicado a éste?>> El término <<saber>> puede aplicarse tanto al plano intelectual (conocimiento y profundización de una doctrina) como al de la práctica (habilidad o maestría en la realización de cualquier actividad). En el texto se refiere ante todo a la enseñanza que tanta impresión ha causado. El tenor de la pregunta muestra que para ellos no se trata de un saber inspirado por Dios. Es un saber nuevo (<<¿Qué clase de saber ...?>>, cf. 1,27) y extraordinario comunicado a Jesús, no el que se enseña en las escuelas rabínicas, que Jesús no ha frecuentado, y que ellos conocen por la predicación de los letrados; su novedad hace sospechoso su origen.
En segundo lugar se refieren a la actividad; no niegan que Jesús realice acciones extraordinarias; lo que no está claro es cómo hay que calificarlas: <<¿y qué fuerzas son esas que le salen de las manos?>>. Para ellos, no son acciones que Jesús haga por su propio poder o autoridad; suceden como si otro actuara por su medio y él no fuera más que mero instrumento (lit.: <<que suceden a través de sus manos>>). Se refieren, sin duda, a la liberación de endemoniados (fanáticos del sistema religioso-político) (1,34), la misma que fue atacada por los letrados de Jerusalén (3,21).
La enseñanza de Jesús en <<su tierra>> no produce el efecto que produjo en Cafarnaún, sino el contrario. No origina desprestigio de los letrados como maestros de la institución judía; es Jesús quien queda desprestigiado.
Así, el primer modo como la gente de <<su tierra>> busca neutralizar el impacto que produce en ellos la enseñanza de Jesús es desacreditándola, poniendo en duda su origen y su ortodoxia. La opinión que Jesús les merece se refleja en el hecho de no pronunciar su nombre; lo designan siempre despectivamente con un pronombre: <<¿De dónde le vienen a éste esas cosas?>>.
Las preguntas son retóricas; ellos ya tienen formada su opinión. Tanto el tono despectivo como la duda que expresa insinúan que Jesús es instrumento de Belcebú, como afirmaron explícitamente los letrados de Jerusalén en su visita a Galilea (3,22). En su primer contacto con Jesús el pueblo de la sinagoga había tomado partido por él situándose críticamente ante el magisterio de los letrados (1,22); ahora en cambio, han hecho suyo el juicio de los letrados (3,22): si Jesús realiza obras extraordinarias, es por ser agente de Satanás.
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