Jesús les dijo: <<No hay profeta despreciado excepto en su tierra, entre sus parientes y en su casa>>.
Por primera vez desde 5,36 reaparece el nombre de Jesús. Contrasta esta mención del nombre con la despersonalización que han hecho de él sus oyentes (<<éste, ése>>). Mc afirma la personalidad de Jesús, que no puede ser definida a partir de su oficio o relaciones de familia.
El texto expone una doble reacción de Jesús ante el rechazo de que ha sido objeto e, intercalada entre ambas, la consecuencia de éste: la primera reacción, dialéctica (v. 4), responde directamente a los dichos y actitud de sus oyentes; la consecuencia del rechazo (v. 5) es la escasa actividad que pudo desplegar <<en su tierra>>; la segunda reacción, psicológica (v. 6a), describe los sentimientos de Jesús ante la actitud de los judíos practicantes de <<su tierra>>.
En primer lugar, cita Jesús un proverbio, sin duda alguna conocido por sus oyentes, y que él modifica en parte. Por única vez en este evangelio se autodenomina <<profeta>>, en correspondencia con la <<autoridad>> divina que ha mostrado (cf. 1,22) y que ahora no ha sido reconocida. Responde así a las preguntas sobre el origen de su <<saber>> y de su actividad; él habla y actúa en nombre de Dios, que le ha encargado comunicar un mensaje suyo (cf. 1,14). Al usar el término <<profeta>> y no el de <<maestro>>, muestra que el contenido de su enseñanza no depende de saber humano, sino que procede de Dios mismo mediante una llamada personal y en vista de una misión concreta y singular. Deberían haber reconocido su <<autoridad>>, como al principio en Cafarnaún (1,22.27).
Como en anteriores ocasiones de la historia de Israel, el pueblo desprecia o deshonra al enviado de Dios. Se alude al caso de Jeremías (Jr 11,21: <<No profetices en nombre del Señor si no quieres morir a manos nuestras>>; 12,6 LXX: <<También tus hermanos y la casa de tu padre te han desechado>>; cf. 9,3) y a un dicho de Isaías sobre el Servidor de Yahvé (Is 53,3; <<despreciado y desestimado>>).
El desprecio que ha sufrido significa un rechazo general por parte de los judíos fieles a la institución religiosa, pues proviene de todos los círculos practicantes que existen en <<su tierra>>; Jesús los nombra, ampliando el proverbio, en orden inverso al seguido por sus oyentes en su última pregunta: empieza por el más general, su tierra/Galilea (<<aquí con nosotros>>), y va estrechando el ámbito, primero a sus parientes (<<hermanos, hermanas>>) y, finalmente, a los más íntimo; su casa (<<María>>).
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