Salió ella y le preguntó a su madre: <<¿Qué le pido?>>. La madre le contestó: <<La cabeza de Juan Bautista>>. Entró ella en seguida, a toda prisa, adonde estaba el rey, y le pidió: <<Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista>>.
La muchacha no contesta palabra, va a preguntar a su madre, que ha urdido toda la trama y ha prostituido a su hija. Ésta, aunque en edad de casarse, por sí misma no sabe decidir, no conoce sus propios deseos o mejor no los tiene, sólo los de su madre. Su inmadurez y su dependencia son totales: sólo su madre sabe lo que a ella le conviene.
A partir del v. 22b desaparecen del relato los nombres propios de Herodes y de Herodías, él es <<el rey>>, término característico del libro de Ester (183 veces); ella, <<la madre>> de la muchacha sin nombre, Mc insinúa así un sentido figurado.
La promesa se hizo en beneficio de la hija, pero va a decidir la madre. Ésta no estaba presente en el banquete, pero se encuentra al corriente de todo. La hija no la informa, consciente de que su madre sabe lo que está sucediendo; sólo le pregunta: <<¿Qué le pido?>>.
La respuesta es inmediata. Pero la madre no busca el interés de su hija, sino el suyo propio: debe pedir la cabeza de Juan Bautista; se sirve de la joven como instrumento. Quiere la cabeza de Juan, para llevar a cabo su designio (6,19: <<quería darle muerte>>) y asegurar su posición. Su relación es ilegítima, que la hace participar del poder, es el máximo valor para ella, por encima de la vida del enviado de Dios. Su situación es contraria a Dios y, para asegurarla, sigue actuando contra él.
Los personajes van cediendo de su poder hasta que Herodías se hace dueña de la situación: el rey se somete a la joven, pero ésta, a su vez, se somete a la madre, quien, por medio de ella, somete a Herodes. La seguridad de la hija es depender de su mare; la de Herodías, estar con Herodes. Ella no quiere la mitad del reino, quiere el reino entero.
En sus instrucciones, la madre añade al nombre de Juan el recuerdo de su actividad, que había sido una amenaza para ella (<<Juan, el que bautizaba>>).
Se subraya la inmadurez de la joven: entra <<en seguida, a toda prisa>>, sin criticar ni juzgar la petición de la madre y sin considerar si era en su interés o no. El deseo de la madre es para ella un mandato. No tiene respeto por la vida humana; lo que hace la madre está bien, lo que pide es lo mejor. Es una esclava sin voluntad propia.
Así, la hija hace suyo el deseo de la madre. Exige (<<quiero que>>) que se cumpla su deseo, añadiendo la urgencia (<<ahora mismo>>) y el macabro detalle de la bandeja. Ella es la que manda y pide para sí misma, pero sólo está actuando como marioneta de la madre. La joven no llama a Juan <<el que bautizaba>>, sino <<el Bautista>> como título; la actividad de Juan no le afecta.
El poder arbitrario va a servir a la joven y a la madre, que no han participado en el banquete oficial, <<en una bandeja>>, como un manjar, la cabeza de Juan Bautista. El banquete de aniversario, celebración de vida, se convierte en banquete y celebración de muerte.
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