sábado, 17 de febrero de 2024

Mc 7,26

 La mujer era una griega, sirofenicia de origen, y le rogaba que echase al demonio de su hija.

Mc presenta a la mujer con dos trazos: su clase social y su linaje. Pertenece al círculo de los <<griegos>> o <<helenos>> (de lengua y cultura extranjera), pero de origen es una indígena una fenicia de Siria. No lleva nombre, como es habitual en los personajes representativos.

La denominación <<griega>> o <<helena>>, indica desde luego que la mujer ha adoptado la refinada cultura griega, considerada superior a la suya original, la del país. Pero significa, al mismo tiempo, su pertenencia a una clase social privilegiada, a una élite ilustrada y poderosa, a la clase dominante en la sociedad de Tiro. La mujer representa, pues, a esa clase dirigente; la añadidura <<sirofenicia>> hace comprender al lector que no se trata de una judía helenista, sino de una pagana de la región.

El episodio está construido, por tanto, según un esquema compuesto por dos figuras: la de un adulto (aquí la madre) y la de una niña, esquema ya utilizado dos veces por Mc (5,21-6,1a: Jairo [padre]-hija; 6,21-29: Herodías [Madre]-hija) para caracterizar la relación de una clase dominante y una dominada.

Mientras que en el episodio del geraseno (5,2-20) aparecían en primer plano los esclavos o, más en general, los oprimidos y sólo por alusión la clase dominante, aquí esta clase (la mujer griega) se presenta en primer plano; en el trasfondo, la dominada u oprimida (la hijita), que, como en el caso del geraseno, está poseída por un espíritu destructor.

La mujer pide a Jesús que expulse <<el demonio>> de <<su hija>>. Cambia la denominación anterior de <<espíritu inmundo>> por la de <<demonio>>; este término designa una fuerza de odio (espíritu inmundo) que se manifiesta habitualmente al exterior por actos de fanatismo y violencia y que por eso es reconocible. La mujer tiene experiencia de esta conducta de <<su hija>> y por eso llama <<demonio>> al <<espíritu>>.

Hay, sin embargo, una diferencia entre el <<espíritu inmundo>> o <<demonio>> de esta figura infantil y el del geraseno, figura adulta (5,2-20). El endemoniado adulto se había rebelado contra la sociedad, sacudido su yugo y automarginado de ella, aunque eso lo llevase a su propia destrucción. La figura infantil, en cambio, aunque poseída por un espíritu similar, no se sacude el yugo que la oprime; su rebelión queda en gestos. Estar representados por una figura infantil señala precisamente la falta de iniciativa y de capacidad de los oprimidos para hacerse cargo de su propia vida. No se resignan a su situación, pero no dan pasos para salir de ella. La figura de la <<hija>> representa, por tanto, al pueblo oprimido o esclavizado que, por lo prolongado de su condición, ha perdido la capacidad de decisión: son gente sometida, pasiva ante un poder indiscutido, sin horizonte humano.

En el caso de Jairo, el pueblo, representado también por una figura infantil (<<la hija>>), mostraba una pasividad total debida a la carencia de desarrollo humano; perdida la capacidad de reacción, muere. En el caso de la sirofenicia, el pueblo (<<hija>>) está dominado por una desesperación y un espíritu de violencia inútil que lo llevan a un estado de muerte. Los oprimidos se lamentan y agitan, pero son incapaces de buscar solución. Al contrario que el geraseno, no sacuden las bases del sistema, pero crean una insoportable tensión y una continua dificultad.

La mujer no pide nada para sí, como si no necesitara cambiar; la que debe cambiar es la niña. Reconoce que, aunque la niña es dependiente, es también consanguínea (hija = del mismo pueblo); en principio, su igual. La diferencia entre la mujer y la hija está en el poder y el privilegio. El propósito de la mujer es influir en Jesús para que expulse de su hija el demonio que la posee, es decir, para que calme su espíritu rebelde. No da señal alguna de que se considere ella misma responsable de lo que sucede. La situación le resulta no sólo desfavorable, sino insostenible, pero no analiza la causa que provoca la presencia de ese espíritu, para poder eliminarla. Pide simplemente a Jesús que solucione el conflicto.

A diferencia de Jairo, la mujer no invita a Jesús a ir a su casa, es decir, a tomar contacto con la niña poseída. En cambio, se entabla un diálogo.

LA BIBLIA

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