(es que los fariseos, y todos los judíos, si no se lavan las manos hasta la muñeca, no comen, aferrándose a la tradición de sus mayores ...
La práctica ritual de purificación es común a los fariseos y, según Mc, más en general a <<todos los judíos>>, lo que hace pensar en los judíos del mundo entero. Mc subraya así la separación de este pueblo, su falta de contacto con la gente de las naciones donde se encuentran, la vida de gueto que llevan en territorio pagano. Era una característica del pueblo judío, que consideraba impuro todo lo exterior a él.
Nótese que en su modo de hablar Mc no se incluye entre <<los judíos>>; se expresa como un cristiano no vinculado a las prácticas judías.
La especificación <<los fariseos>>, que son parte de <<los judíos>> hace ver que son el influjo o la imposición farisea los que pretenden que todo el pueblo siga esta pauta. No se menciona ahora a los letrados, lo que supone que están incluidos en la denominación <<fariseos>>. En este pasaje, la denominación <<los judíos>> designa a los que acatan la Ley, excluyendo a los marginados impuros dentro del pueblo. No es, pues, una denominación étnica, sino que se aplica a los que, en virtud de su observancia, se consideran el verdadero Israel: son los fariseos y sus secuaces, que con su ideología religiosa quieren dominar al pueblo.
Los fariseos se presentan como observantes estrictos: se lavan las manos <<hasta la muñeca>>. Para ellos, es más importante cumplir la tradición que comer (<<si no, no comen>>). El comer es peligroso o abominable si no se han lavado las manos, pues puede ser ocasión de impureza. La mano puede contaminar el alimento, y esa impureza pasar al hombre, impidiéndole el acceso a Dios. La usanza tiene, pues, un fundamento teológico. Para ellos, el contacto con las cosas de la vida ordinaria separa de Dios. El acto de <<comer los panes>> es un caso particular de todo un mundo que amenaza al judío con romper su relación con Dios. Primero hay que afirmar la separación, despegarse de lo cotidiano, luego comer.
Para el fariseo, el lavado elimina la impureza que se haya podido contraer; el que no lo practica no se comporta como judío, no valora su pertenencia al pueblo <<santo>>.
Nótese que cuando se habla de lavado de los fariseos no dice el texto que no coman <<el pan>> o <<los panes>> (v. 3) sin lavarse antes, sino sencillamente que <<no comen>> sin lavarse, pues se trata de la comida material. Esto confirma el doble sentido, material y figurado, de la acción de los discípulos, que sin lavarse comen <<los panes>>.
La práctica que los fariseos se imponen ha sido transmitida por los <<mayores>> o ancianos, es decir por los rabinos de prestigio, los doctores de la Ley; pertenece a la tradición oral, a la que ellos <<se aferran>>, es decir, a la que profesan una fidelidad a ultranza, intransigente y obstinada, y en la que encuentran su seguridad e identidad.
Para los fariseos no había diferencia entre un mandato de la Ley una prescripción de la tradición. De hecho, la opinión corriente entre ellos afirmaba que las tradiciones orales habían sido reveladas por Dios a Moisés en el Sinaí, como interpretación de la Ley escrita; se habían transmitido, junto con la Ley, primero a Josué y a los sucesivos jefes; más tarde, de un doctor a otro. Los letrados eran sus depositarios. El vínculo de unión entre Moisés y ellos (los doctores de la Ley) fueron los profetas, a quienes los letrados concebían ante todo como intérpretes de la Ley sobre la base de esta tradición. Los preceptos de la tradición no sólo tenían el mismo valor que los preceptos escritos, sino incluso mayor, hasta el punto de que una transgresión de la Torá era menos grave que una de la tradición.
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