... y lo que traen de la plaza, si no lo remojan, no lo comen, y se aferran a otras muchas cosas que han recibido por tradición, como enjugar vasos, jarras y ollas.)
Mc describe el contenido de otras tradiciones, también relativas al campo de la comida, a la que <<los judíos>> se aferran y que consideran inviolables. Después de la purificación de las manos, tienen que purificar <<lo que traen de la plaza>>, los víveres, sumergiéndolos en agua, por si el contacto con otras personas u objetos les han transmitido impureza.
Por último, también los utensilios de cocina (vasos, jarras y ollas), aunque, estando en la casa, no han sido tocados por otros. Llevan así el escrúpulo y la minuciosidad al extremo. Hay que tomar precauciones con todo lo que pueda tener relación con la comida, pues ésta es la penetración del mundo exterior en el hombre y, para ellos, ese mundo está manchado. La comida, que mantiene la vida, se ve amenazada constantemente por el contagio de la mancha. La tradición regula la relación con el exterior; no deja lugar a la libertad ni a la espontaneidad.
Para la purificación de los alimentos y de los utensilios usa Mc términos (baptizó, baptismos, traducidos por <<remojar>>, <<enjuagar>>) que recuerdan los empleados antes para describir la actividad de Juan Bautista (1,4.5: baptisma, <<bautismo>>, baptizô, <<sumergir/bautizar>>). Para Juan, lo que hacía <<santo>> al pueblo de Israel era la ruptura con la injusticia; bautizaba a las personas, como señal de cambio de vida. Para los fariseos, su permanencia en el pueblo <<santo>> depende de ciertos ritos purificatorios de cosas y objetos, como si el mal estuviera fuera y no dentro de la persona.
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