miércoles, 28 de febrero de 2024

Mc 7,32

 Le llevaron un sordo tartamudo y le suplicaron que le aplicase la mano.

Jesús se encuentra en territorio pagano (7,31: la Decápolis), en la orilla oriental del mar de Galilea. Unos sujetos indeterminados <<le llevan>> un sordo tartamudo: nuevo caso de los anónimos colaboradores de Jesús que han aparecido ya en otras ocasiones (1,30.32; 6,54) y que materializan el servicio de <<los ángeles>> en el desierto (1,13 Lect.). Son individuos que sienten interés por el sordo y compasión por su estado; saben que la sordera le impide escuchar a Jesús; al mismo tiempo tienen confianza en éste y conocen su poder; están seguros de que puede remediar esa incapacidad. El verbo está en presente histórico (<<le llevan>>): Mc indica así la actualidad del hecho: está hablando de algo que sucede todavía en su tiempo.

Al contrario que otros personajes del evangelio (1,40: el leproso; 2,3: el paralítico; 5,2 el geraseno; 5,25: la mujer con flujos), el sordo no se acerca por sí mismo a Jesús ni le pide remedio a su invalidez. Esto indica que no es consciente de su estado o bien que no siente necesidad de cambio.

Hay otros, sin embargo, que abogan para que Jesús remedie la situación. El sordo, por sí mismo, nunca saldría de ella; si Jesús no interviene de modo especial, no hay solución.

La sordera, junto con la ceguera, se usa continuamente en los profetas como figura de la resistencia de Israel a escuchar lo que Dios le dice. Así, Is 6,9: <<Embota el corazón (la mente) de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos; que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan>>; 42,18 (dirigido al pueblo): <<Sordos, escuchad y oíd; ciegos, mirad y ved>>; Jr 5,22-23: <<Escúchalo, pueblo necio y sin juicio, que tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye...; este pueblo es duro y rebelde>>; Ez 12,2: <<Hijo de Adán, vives en la casa rebelde: tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen, pues son casa rebelde>>. Nunca en el AT se relata la curación de sordos o mudos. El sentido de estos términos es siempre figurado.

También en este evangelio, la primera vez que se aludió a la sordera y la ceguera (4,12: <<para que por más que miren no vean, por más que oigan no perciban>>) tenían un claro sentido figurado, que domina la interpretación de estas carencias en el resto del evangelio (cf. 8,18). El individuo sordo representa, por tanto, a uno que no entiende o no quiere entender; en cuanto tartamudo, a uno cuyo lenguaje es confuso o ininteligible.

Al no indicarse el nombre ni el lugar de origen del sordo-tartamudo, éste aparece como un personaje representativo. Por otra parte, el término <<tartamudo>> se encuentra solamente aquí en el NT y también una sola vez en el AT, en el contexto del éxodo de Babilonia (cf. Is 35,5s), unido como en el pasaje de Mc a los términos <<sordo>>, <<oídos>> y <<lengua>> (cf. Mc 7,35). Esta clara alusión de Mc al texto de Isaías muestra que el sordo-tartamudo es figura de Israel en cuanto necesitado de liberación (éxodo). Dado, sin embargo, que, desde la constitución de los Doce (3,13-19), el único Israel existente para Mc es el fundado por Jesús, formado por los seguidores suyos procedentes del judaísmo (los Doce/los discípulos), el sordo aparece como figura representativa de ese grupo, en cuanto éste presenta resistencia al mensaje de Jesús (cf. 8,17). Consecuencia de esta cerrazón mental es que los discípulos/los Doce no pueden exponer un mensaje inteligible (tartamudo), pues pretenden concordar el de Jesús con las categorías judías tradicionales.

La escena está, pues en relación con 7,17, lugar en el que Jesús reprochaba a los discípulos su falta de comprensión (<<¿Así que también vosotros sois incapaces de entender?>>, igual a la de la multitud que escuchó las parábolas (4,12 Lect.). Con la figura del sordo tartamudo, Mc subraya que la incomprensión continúa.

En las invectivas de los profetas contra el pueblo se usan las figurad de la ceguera y la sordera, pero no la de la mudez o la tartamudez; hay aquí un elemento añadido que empeora la situación y que se deriva de la resistencia al mensaje (sordera).

El verbo <<suplicar>> denota mayor insistencia que el simple <<pedir>> y señala el gran interés de los intermediarios por el sordo y la gravedad de su situación. De hecho, aun cuando Jesús ya ha echado abajo la distinción entre judíos y paganos (7,15), una parte de su comunidad, el grupo de los discípulos, está aún completamente cerrada a ese planteamiento. Es decir, sigue fracasando el objetivo de Jesús al constituir a los Doce: que el nuevo Israel asumiese como misión el servicio a la humanidad entera (3,14s Lect.). El nuevo uso del presente histórico (<<le suplican>>) confirma la vigencia del problema en tiempo de Mc.

Los intermediarios suplican a Jesús que <<le aplique la mano>> al sordo tartamudo, gesto que simboliza la transmisión de fuerza vital (cf. 5,28-30); piensan ellos que esto bastaría para eliminar el defecto. Sin embargo, en el evangelio se habla ordinariamente de la aplicación de <<las manos>> en plural (cf. 5,23; 6,5; 8,23, etc.). La petición de los innominados, que usa el singular (<<la mano>>), delata, por tanto, que consideran muy fácil para Jesús poner remedio a la sordera.

La escena tiene lugar en la orilla pagana del lago y revela la mentalidad judía de los discípulos, cerrados al mensaje universalista de Jesús e indiferentes a la suerte de los demás pueblos. No quieren oír ese mensaje (sordera); de ahí que lo que ellos comunican sea un mensaje deformado (tartamudez), que pretende hacer compatible la persona de Jesús con los ideales del nacionalismo judío.

El apego de los discípulos a las ideas del judaísmo, que les impide escuchar a Jesús (sordo) y deforma su mensaje (tartamudo), se funda en una creencia teológica que es la base del nacionalismo judío: que el designio de Dios pretende la gloria de Israel por encima de los demás pueblos. En consecuencia, los discípulos/los Doce no reconocen la misión divina de Jesús o, al menos, la subordinan a lo que piensan ser una revelación divina inamovible.

LA BIBLIA

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