<<Os lo aseguro: quien no acoja el reinado de Dios como un chiquillo, no entrará en él.>>
Jesús termina con un dicho solemne (<<Os lo aseguro>>). Afirma que la actitud de estos seguidores es indispensable para entrar en el Reino, cuya primicia es la comunidad cristiana. Como Mc ha expuesto antes (4,11: <<el secreto del reinado de Dios>>), Dios manifiesta su amor universal ofreciendo a todos los hombres sin distinción la plenitud de vida; cuando el hombre acepta el ofrecimiento, recibe la vida de Dios y así Dios reina sobre él. Los <<chiquillos>>, que lo han aceptado dando plena adhesión a Jesús, son modelo de aceptación de ese reinado. Para ellos, el reinado de Dios ya no está cerca (1,15), sino presente; su opción ha colmado la distancia que lo separaba y entran así en el ámbito donde reina Dios.
<<Acoger/aceptar>> el reinado de Dios como un chiquillo significa cumplir las condiciones del seguimiento expresadas por Jesús (8,34) y, en particular, la primera (<<reniegue de sí mismo>>), explicitada en 9,35: <<hacerse último de todos y servidor de todos>>.
Puede apreciarse que en este contexto usa Mc dos veces la misma palabra griega (basileia) en dos sentidos diferentes. La primera vez va asociada al verbo <<acoger/aceptar>>, que se usa para personas, para un mensaje o para un don, pero no para un lugar; por eso, en esta ocasión la palabra basileia significa <<reinado>>: lo que se acoge es el reinado de Dios, aceptando la vida que él ofrece. La segunda vez va asociada al verbo <<entrar>>, que ha de referirse a un lugar, lo que confiere a basileia el significado de <<reino>>, es decir, el ámbito donde se ejerce el reinado.
La frase de Jesús supone que puede haber diversas maneras de acoger o aceptar el reinado de Dios, ofrecido a todos, pero una sola de ellas es válida, la representada por <<los chiquillos>>, es decir, la que hace suyo el ejemplo de Jesús.
También los discípulos desean el reinado de Dios, pero en términos de poder, prestigio y gloria. Sienten que el reinado llega con Jesús, pero no aceptan el modo como él lo propone. Jesús desmonta de nuevo la mentalidad de los discípulos, haciéndoles ver que lo que esperan es falso; no se puede tener la expectativa del reinado de Dios y abrigar ambiciones de dominio individuales o nacionales de cualquier tipo. <<La idea de Dios>> no es <<la de los hombres>>, que ellos mantienen (9,33). El reinado de Dios exige la igualdad entre los hombres y los pueblos, y excluye todo dominio de unos sobre otros.
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