Jesús les dijo: <<Por vuestra contumacia os dejó escrito Moisés el mandamiento ése...
Cuando citan a Moisés, Jesús no se intimida: explicita el término <<mandamiento>>, con tono despectivo (<<el mandamiento ése>>), para hacer más evidente el contraste que va a demostrar entre el designio de Dios y el mandamiento humano; insinúa al mismo tiempo que, al dar ese precepto cediendo a la obstinación y dureza del pueblo, Moisés fue infiel a Dios y frustró el designio divino.
En efecto, Jesús califica de <<mandamiento>> (cf. v. 3) el permiso concedido por Moisés. Coloca así este permiso en el ámbito de la Ley escrita, considerada como la expresión inamovible de la voluntad de Dios. Pero, al afirmar que el motivo que indujo a Moisés a permitir ese modo de proceder fue la contumacia del pueblo, es decir, la resistencia de Israel a obedecer a los preceptos divinos, muestra que no todo lo escrito en la Ley y a lo que se atribuye autoridad divina la tiene realmente, sino que en parte es una cesión a perversas actitudes humanas. Con ello hace patente que la Ley escrita no refleja siempre la voluntad de Dios ni tiene valor intemporal y permanente, sino que estuvo condicionada por la circunstancia histórica. Dado el motivo que ocasionó el permiso de Moisés, éste no tiene en sí validez alguna. Fue una dejación ante gente rebelde. Sabiendo a quiénes iba destinada la Ley, Moisés no respetó el designio de Dios, sino que cedió a la actitud del pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario