Dándose cuenta, les dijo: <<¿Por qué discutís de que no tenéis panes? ¿No acabáis de reflexionar ni entender? ¿Tenéis la mente obcecada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?>>.
Jesús se da cuenta de la falta de atención de los discípulos a su insistente recomendación y del motivo que la causa. De ahí su exasperación: tanto la multitud judía como la pagana han entendido en el reparto de los panes el contenido de su mensaje; sus discípulos, en cambio, no lo entienden. Como de costumbre, el uso del presente histórico (lit. <<les dice>>) insinúa que la incomprensión del grupo continúa en tiempos de Marcos.
Jesús les reprocha su falta de reflexión; así no pueden comprender. La fijación de su mente en los ideales del judaísmo les impide todo razonamiento sobre los hechos de que han sido testigos, cuyas conclusiones serían opuestas a sus persuasiones. No están abiertos a la realidad y no admiten novedad. Siguen obcecados (3,5: los fariseos), como lo estaban después del primer reparto (6,52).
Jesús los acusa de ser ciegos y sordos. La frase está inspirada en Jr 5,21: <<Escuchad esto, pueblo necio y sin juicio, que tiene ojos y no ve tiene oídos y no oye>>, o en Ez 12,2: <<Hijo de hombre, tú habitas en medio de sus injusticias: ellos tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen, porque son casa rebelde>>, textos proféticos que denuncian a Israel. Los discípulos siguen siendo el pueblo insensato y sin juicio que no comprende las señales que Dios da por medio de Jesús. Se encuentran en la misma situación que <<los de fuera>> respecto al secreto del reinado de Dios (4,11-12). Se confirma así que el episodio del sordo (7,32-37), personaje representativo de los discípulos, era una escena ideal: ellos siguen sin escuchar y sin ver: ciegos y sordos a las señales. El nuevo Israel continúa en la cerrazón del antiguo.
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