Al ver a Jesús, toda la multitud quedó desconcertada; pero, en seguida, echando a correr, se pusieron a saludarlo.
Es la multitud la que ve a Jesús; lo conocía, pero no se esperaba su llegada y su reacción es de desconcierto. Ha acudido a los discípulos, pensando encontrar respuesta en ellos, pero éstos, impotentes ante la ofensiva de los letrados, son incapaces de dársela. En esta situación sin salida se presenta Jesús. El desconcierto de la multitud se debe a que Jesús, que viene de fuera, no aparece asociado a sus discípulos ni identificado con ellos, manera figurada de expresar que éstos no <<están con él>> (cf. 3,14). Creía la multitud que acudir a los discípulos era lo mismo que acudir a Jesús; ahora constata que es posible encontrarlo fuera del círculo de los discípulos; que si éstos fallan, todavía queda él. De ahí que su presencia no provoque temor en la multitud; al contrario, ésta le muestra una efusiva cordialidad: van corriendo a saludarlo; ven en él una esperanza. La reacción es unánime: toda la multitud es afecta a Jesús.
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