Se les apareció Elías con Moisés; estaban conversando con Jesús.
La segunda parte de la experiencia visual que se ofrece a los discípulos, el nuevo dato que han de ver y percibir es la relación del Antiguo Testamento con el Hombre-Dios.
No se dice que <<lleguen>> Elías y Moisés, sino que <<se aparecen>>, como si una realidad escondida se hiciera visible. La construcción <<Elías con Moisés>> indica que el primero es secundario respecto al segundo, es como si el texto dijera: <<Elías, además de Moisés>>. Señala así Mc que Moisés es el personaje principal.
Elías y Moisés se aparecen a los discípulos, aunque sin rasgos de gloria; representan, por tanto, las antiguas Escrituras, Ley y Profetas, como se han trasmitido y son conocidas por el pueblo. Se explica que Moisés sea la figura principal, puesto que en el judaísmo se consideraba que los escritos de los Profetas eran un comentario de la Ley.
Las dos figuras son ambivalentes: Moisés, sacó a Israel de Egipto, fue el legislador que los constituyó como pueblo, el fundador de las instituciones y anunciador de la llegada del Profeta (Dt 18,15); pero, al mismo tiempo, provocó la muerte de los primogénitos egipcios (Éx 11,1-10.29-30), pasó más tarde a espada a los israelitas idólatras (Éx 32,15-29), y sepultó en la tierra a Córaj, Datán y Abirán, que se rebelaron contra él (Nm 16,22-35). Elías representa a los profetas que predijeron la edad mesiánica e intuido la salvación universal, pero fue también el profeta de fuego (Eclo 48,1-9) que dio muerte a los sacerdotes de Baal (1/3Re 18,20-40) y a los enviados del rey (2/4Re 1,9-12). Al construir la frase anteponiendo Elías a Moisés, Mc pone de relieve la figura del celo abrasador. En Moisés puede fundarse el espíritu nacionalista; en Elías, el reformismo por la violencia.
Aunque Elías y Moisés se aparecen a los discípulos, no se dirigen a ellos: hablan únicamente con Jesús. Esto significa que el AT ya no tiene un mensaje para los discípulos más que a través de Jesús. Los dos personajes aparecen orientados y convergentes hacia él, en quien reconocen al Mesías que esperaban, dando a entender que la función del AT era preparatoria, figurativa y anunciadora del Hombre-Dios.
La frase <<estaban conversando con Jesús>> alude a Éx 34,35, donde el trato de Moisés con Dios en la Tienda del Encuentro se describe así: <<(tenía el velo sobre la cara) hasta que entraba para conversar con él (con Dios)>>. Esta conversación equivalía a recibir instrucciones o mandatos de parte de Dios, para comunicarlos a los israelitas, como lo explicita Éx 34,34: <<Cuando entraba Moisés a la presencia del Señor para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía. Y al salir exponía a todos los israelitas cuanto le había mandado el Señor>>.
En la escena de la transfiguración, por tanto, no sólo Moisés, el legislador, sino también Elías, el representante de los profetas, están recibiendo instrucciones o mandamientos de Jesús, que toma el lugar de Dios mismo. Se explica ahora el puesto secundario de Elías respecto a Moisés; sólo este último conversaba con Dios y recibía instrucciones de él; ahora, en cambio, también los profetas han de ponerse a la escucha de Jesús. Aparece así que la realidad del Hombre-Dios era la meta a la que apuntaba el pasado de Israel y su punto de referencia. Todo el Antiguo Testamento estaba en función del Hombre-Dios y se subordina a él. Suya es la última palabra; no tiene él que adaptarse a lo que dijeron Elías y Moisés, son éstos los que tienen que aprender de Jesús. Es decir, el mensaje de la Ley (Moisés) y de los profetas (Elías) no puede ya aducirse para invalidar o contrarrestar el modo de actuar o el mensaje del Mesías Hombre-Dios. Orece así Mc la pauta para leer el AT: todo lo que en éste se oponga o contradiga la actividad o la palabra de Jesús carece de valor: está obsoleto o era pura invención humana. Jesús define la validez del pasado y es la norma para el futuro.
La Ley y los Profetas, como fin en sí mismos, eran la base sobre la que se fundaba la ideología mesiánica de los letrados, compartida por los discípulos (8,33: <<la idea de los hombres>>). Ahora se muestra a éstos que Moisés y Elías no son absolutos, sino subordinados a la realidad de Jesús, el Hombre-Dios; que el AT sólo tiene validez en su referencia al Hijo del hombre. La condición divina del hombre era la meta, apenas esbozada y todavía oscura, del AT y, como tal, lo orienta y lo criba. El Hombre-Dios es el cumplimiento del designio divino y, teniéndolo ante los ojos, pueden apreciarse en la antigua Escritura los intentos abortados y las desviaciones que han existido respecto al designio de Dios.
Queda así patente la superioridad de Jesús y de su mensaje sobre la revelación del AT. Lo que diga Jesús está por encima de lo que hayan dicho Moisés y los Profetas. En consecuencia, los discípulos no pueden basarse en la ideología del judaísmo ni pueden simplemente encajar a Jesús en las antiguas categorías. Deben renunciar a ellas y adoptar las de Jesús, reteniendo de lo antiguo solamente aquello que, como tipo, anuncio o anticipación, concuerde con Jesús, el Mesías Hijo del hombre.
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