Jesús les replicó: <<No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de pasar el trago que yo voy a pasar o de ser sumergidos por las aguas que van a sumergirme a mí?>> Le contestaron: <<Somos capaces>>.
Jesús va a desengañarlos de su expectativa de triunfo. Les reprocha su ignorancia (No sabéis lo que pedís), que nace de la resistencia a aceptar sus palabras. Por otra parte, su pregunta (¿Sois capaces...?) insinúa que lo que va a proponerles es difícil de asumir y expresa cierta duda sobre las posibilidades de ambos. En vez de hablar de la meta, como ellos han hecho (v. 37: "sentarnos a..."), les propone, para alcanzarla, la aceptación de una prueba como la suya, que se expresa mediante dos figuras: pasar el trago (lit. "beber la copa"), y ser sumergidos por las aguas (lit. "ser sumergido/inmerso/bautizado").
La copa o cáliz tiene en el AT un doble sentido: puede ser figura de alegría (Sal 23,5; 116,13) o, como en este caso, de sufrimiento (Is 51,17.22; Jer 25,15-29; Ez 23,32-33; Sal 75,9; Lam 4,21). "Beber la copa" o, según la expresión idiomática española, "pasar el trago", alude a lo predicho por Jesús anteriormente sobre su pasión y muerte, pero bajo un aspecto particular, el de la aceptación de la prueba dolorosa y la voluntariedad de la entrega (voz activa: "beber").
La segunda figura, "ser sumergido por las aguas", se expresa en griego con el verbo baptizô, "sumergir en el agua" o, si se prefiere, "bautizar por inmersión". Esta figura, como la anterior, se refiere también a la prueba por la que va a pasar Jesús, es decir, a su pasión y muerte, pero esta vez bajo el aspecto de la inevitabilidad; se trata de un trance al que se ve abocado (voz pasiva: "ser sumergido").
Aunque en el caso de Jesús la prueba llegará hasta la muerte, ninguna de las dos figuras la incluye necesariamente. De suyo, la primera (pasar el trago) designa una prueba costosa; la segunda (ser sumergidos por las aguas), una que pone en peligro la vida, sin especificar cuál es su límite.
Por consiguiente, en su réplica a los Zebedeos, Jesús los invita a que compartan su destino, proponiéndoles su muerte en la cruz como el modelo que deben hacer suyo los dos hermanos. Se trata, sin duda, de una formulación extrema. Su sentido no es que cada seguidor tenga necesariamente que morir como Jesús, sino que, según sus circunstancias, debe entregarse al máximo a su misión sin arredrarse por las pruebas a que se vea sometido y, en el caso límite, estar dispuesto a afrontar incluso la pérdida de la propia vida.
La pregunta de Jesús (¿Sois capaces...?) cuestiona, pues, la capacidad de Santiago y Juan de identificarse con él; es decir, de llegar en el seguimiento a una entrega tan generosa e incondicional como la suya. Sólo con esa disposición podrán estar junto a Jesús en "su gloria".
La sorprendente respuesta de los Zebedeos (Somos capaces), inmediata y decidida, muestra que han tomado a la ligera la propuesta de Jesús, sin comprender el verdadero alcance de sus palabras; no la relacionan con la predicción anterior de su pasión y muerte (10,32-34), que significaría el fracaso de todo lo que ellos esperan y desean. Cegados por la ambición, ven, sin duda, la prueba que Jesús les propone como condición para el triunfo terreno que aguardan: prueba dolorosa, pero pasajera; triunfo difícil, pero seguro. Con tal de alcanzar los puestos que ambicionan, están decididos a todo.
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