<<y el que quiera ser primero entre vosotros tiene que ser esclavo de todos>>
La segunda parte del aviso (v. 44) no es un simple paralelo de la primera (v. 43b), que repite, con otras palabras, el mismo contenido de aquella. Aunque en las dos partes aparece el entre vosotros, para indicar que uno y otro aviso se refieren por igual al comportamiento que ha de caracterizar a los Doce, el empleo en la segunda parte de términos y expresiones nuevas, y el ámbito sin restricciones del servicio que se pide en ella (esclavo de todos), son indicios de que estamos ante una perspectiva diferente. En efecto, de la cuestión de la grandeza, se ha pasado a la primacía; de la invitación a hacerse servidor, a la de hacerse esclavo; de las relaciones intracomunitarias, a las relaciones con todos. Se da, por tanto, en esta segunda parte una progresión respecto a la primera: "ser primero" es más que "ser grande"; "ser esclavo" es la condición ínfima a que puede llegar un siervo; y "ser esclavo de todos" supera los límites de "ser servidor vuestro".
Si en la primera parte del aviso (v. 34b) Jesús proponía a los Doce algo inadmisible según los parámetros sociales: que para llegar a ser "grandes" tenían que ser servidores, ahora les propone algo que en cualquier sociedad se consideraría completamente descabellado: que para ser "primeros" han de hacerse esclavos de todos. Para Jesús, la primacía, es decir, la dignidad más alta a la que puede aspirar un seguidor suyo, no se alcanza con el máximo poder, rango o prestigio, sino precisamente con lo contrario: es primero el que se sitúa en el nivel social más bajo, el de los esclavos. Con su nueva propuesta, una vez más, sale Jesús al paso de las ambiciones de sus discípulos.
Es la primera vez que aparece en Mc la palabra doulos ("esclavo/siervo"). Como es sabido, la esclavitud estaba muy extendida en la Antigüedad, que la consideraba como un fenómeno normal e incluso como un estado natural del ser humano; la sociedad greco-romana de la época de Jesús no sólo legitimaba la esclavitud, sino que basaba en ella todo su sistema productivo. En este sentido estricto, doulos (en latín servus) designa a "toda persona desprovista de libertad, cuyos derechos y trabajo estaba íntegramente en manos de otros, que era su señor y amo (kyrios, dominus) y de quien era propiedad. En términos más generales, se denomina también doulos a todo el que se veía obligado a realizar trabajos de servidumbre para poder sobrevivir, así como a las personas que pagaban por sus deudas sometiéndose a un régimen de trabajo para su acreedor. En estos casos, la palabra doulos habría que traducirla por "siervo".
Con estos precedentes, no tiene nada de extraño que en aquellos pueblos regidos por déspotas y dominadores, a los que aludía Jesús al comienzo de su instrucción y que los Doce conocían tan bien (v. 42), exista la esclavitud o la servidumbre forzosa, pero que el propio Jesús invite a los suyos a ser esclavos o siervos para chocar frontalmente con su propuesta anterior (v. 43b): si en su comunidad todos han de estar al servicio los unos de los otros, de forma que entre ellos reine la igualdad, la esclavitud o la servidumbre forzosa queda excluida de su ámbito.
La clave para entender la nueva propuesta de Jesús se encuentra en el de todos, que señala a los destinatarios del servicio que han de prestar esos "esclavos" y que, por lo dicho, no puede referirse a los que forman parte de la comunidad ("esclavo de todos vosotros"). La mención de los jefes de las naciones al principio de la instrucción (v. 42) hace ver que ese "todos" abarca la humanidad entera, en particular a los paganos.
Para un seguidor de Jesús ser esclavo de todos no significa asumir un estado o condición humillante que le viene impuesta por otro, sino que, como antes servidor vuestro, constituye también una exigencia que deriva de la propia vocación cristiana, y que conlleva el reconocimiento de los demás como señores, es decir, como personas libres, la solidaridad con cuantos en la sociedad son víctimas de la opresión de los poderosos (v. 42: las dominan... les imponen su autoridad) y la disposición a devolverles la dignidad humana que se les ha arrebatado. La expresión alude, pues, a la esclavitud institucionalizada por los regímenes paganos mencionados al principio de la instrucción (v. 42) y, al mismo tiempo, caracteriza a los discípulos de Jesús como los que no tienen afinidad alguna con el poder opresor: pueden ser víctimas de él, pero nunca cómplices.
Si la sociedad pagana se divide en dos estamentos, el de los dominadores y el de los dominados, el seguidor de Jesús no puede alinearse con los primeros, sino que ha de ponerse voluntariamente junto a los segundos y, desde la solidaridad con ellos, ha de procurar sacarlos de su situación injusta. Para ello, lo primero que tiene que hacer es tratarlos como nunca serán tratados por sus opresores: como señores u hombres libres. Así tomarán conciencia de su dignidad como seres humanos y sabrán que nada ni nadie podrá arrebatársela.
Como ya se ha indicado, en esta segunda formulación el ámbito de los destinatarios del servicio que han de realizar los Doce es más amplio (esclavo de todos) que el de la primera (servidor vuestro). El primer aviso (v. 43b) repite el mismo criterio que ya había sido expuesto por Jesús en 9,35: dentro de su comunidad no hay otra grandeza que la del servicio a todos sus miembros. El segundo aviso (v. 44) transfiere ese mismo criterio a la relación con toda la humanidad. Frente a ella, el seguidor de Jesús que quiere parecerse a él, alcanzar su talla, es decir, llegar a la cima de su desarrollo personal (ser primero), tiene que estar dispuesto a considerar y tratar a todos los seres humanos como señores u hombres libres (esclavo de todos) y, especialmente, a aquellos que en la sociedad no son reconocidos como tales y están sometidos al dominio de los poderosos. De este modo, va procurando extender a nivel social el tipo de relaciones que se viven dentro de la comunidad; el clima de entrega, disponibilidad, libertad e igualdad que existe en ella ha de ser también el que hay que ir creando en la sociedad.
Jesús caracteriza, por tanto, a sus seguidores como los que, dentro de la comunidad, son "servidores" y, respecto a la humanidad, son "esclavos/siervos"; ambos funciones se oponen diametralmente a toda concepción profana o religiosa de dominio y poder. "Servidor" (gr. diakonos) es el que por amor se pone a disposición de los demás miembros de la comunidad; "esclavo/siervo" (gr. doulos), el que reconoce por señores o personas libres a los hombres de cualquier raza y condición y, por sentido de justicia, trabaja por la liberación de todos los oprimidos. La labor del seguidor de Jesús no se limita, por tanto, a la comunidad, sino que se extiende al mundo que la rodea.
Los términos "servidor" (v. 43b) y "esclavo/siervo" (v. 44) tienen un rasgo en común: ambos, metáfora de la ayuda, colocan al que la practica por debajo de los que la reciben. Es decir, la entrega y dedicación a los otros, tanto a los miembros de la comunidad como a los de fuera, no se hace "desde arriba", con superioridad o paternalismo, sino "desde abajo", al lado de los que no cuentan socialmente y están a merced del arbitrio de los poderosos.
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