Cuando iba alejándose de Jericó con sus discípulos y una considerable multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, un ciego mendigo, estaba sentado junto al camino.
Entre la llegada a Jericó (v. 46a) y la salida de ella (v. 46b), no se menciona actividad alguna de Jesús en esa ciudad: llega y, sin intervalo narrativo, se aleja de Jericó. No hay la más mínima alusión a la gesta de la conquista de la ciudad por los israelitas, tras su paso del Jordán y su entrada en la tierra de Canaán (cf. Jos 6,1-27). Esa gesta, hecha a costa de vidas humanas, no es para Mc motivo de orgullo; el evangelista, en su narración, no alimenta la memoria guerrera y triunfalista de la nación. Al contrario, el verbo usado por Mc para expresar el alejamiento de Jericó de Jesús sus acompañantes (gr. ekporeuomai.). Mc caracteriza así a Jericó como un lugar de opresión. Jesús se distancia de la ciudad y de lo que representa camino del éxodo definitivo que culminará en su muerte-resurrección.
Con la salida de Jericó empieza el último tramo de la subida a Jerusalén. Jesús va acompañado de sus discípulos y de una considerable multitud de gente; su subida a la capital despierta gran expectativa. Esta multitud, sin artículo determinado, está compuesta sin duda de peregrinos que van a celebrar la Pascua, conocen la fama de Jesús y se han incorporado en Jericó a su cortejo.
Nótese que Mc no dice "lo seguían sus discípulos y una considerable multitud" sino simplemente: alejándose [él] de Jericó con sus... No hay seguimiento de los que van con él. Jesús se destaca del grupo.
Aparece un ciego, sin nombre propio. Es sorprendente el doble modo de identificarlo: en primer lugar se le designa en griego como el hijo de Timeo, pero, inesperadamente, añade Mc el equivalente arameo Bartimeo. Esta presentación es insólita, pues, excepto en este caso, cuando el evangelista inserta el equivalente griego de un término arameo, el arameo precede y la traducción griega va introducida por una expresión explicativa "es decir", "lo que significa"... .
Por una parte, la repetición en griego y arameo, que no explica nada y sólo acentúa la importancia del término "Timeo", y, por otra, el hecho de que el ciego carezca de nombre propio, hacen dudar de que el hijo de Timeo, Bartimeo constituya un verdadero patronímico y levantan la sospecha de que la denominación tenga un sentido figurado. De hecho, para identificar a un individuo, Mc pone de ordinario el nombre propio seguido del patronímico, expresado éste por un simple genitivo; por ejemplo, "Santiago el de Zebedeo" (1,19; cf. 2,14; 3,17.18).
En este pasaje usa Mc la fórmula completa "hijo de", que ha aparecido solamente en 10,35, siguiendo a los nombres propios: "Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo". Crea así un paralelo entre Bartimeo y los dos hermanos, aunque en el caso del ciego omite el nombre propio, indicio de que estamos, como en otras ocasiones, ante un personaje representativo. Asimismo, al designarlo como el hijo de Timeo, Bartimeo, Mc establece una relación entre esta denominación y el modo sorprendente como el ciego se dirige a Jesús con un título de clara connotación mesiánica: hijo de David, Jesús (v. 47), creando así un vínculo entre el personaje en cuestión y su forma de concebir a Jesús.
Otro hecho que hace dudar del valor del patronímico de la denominación, es que en griego el nombre propio "Timeo" sería Timaios, conocido por el célebre diálogo de Platón, mientras Mc pone la forma Timaîos (Bartimaîos), que no es nombre propio, sino adjetivo, y significa "altamente apreciado o estimado", "precioso", "de gran precio".
Por otra parte, la figura del ciego tiene un precedente en 8,22-26, donde representaba a los discípulos (cf. Lect.), es decir, a los seguidores de Jesús procedentes del judaísmo. Dado ese precedente y la incomprensión que han mostrado los discípulos después de la primera curación de la ceguera (cf. 8,33; 9,10.32; 10,37-38), no tiene nada de extraño que también aquí la figura del ciego represente al grupo de discípulos/los Doce.
De hecho, exigen esta interpretación los paralelos entre esa perícopa y 10,35-41, donde se narraba la petición de Santiago y Juan, que pretendían obtener de Jesús los primeros puestos en el reino mesiánico. Además del uso en ambos pasajes de la fórmula "hijo de", antes citado, de la repetición en los dos del verbo "sentarse" (10,37.40; v. 46b) y de la correspondencia entre "en tu gloria" (10,37) y la denominación "Hijo de David" (vv. 47.48), de la que trataremos más tarde, el paralelo que más resalta es el que presenta la pregunta de Jesús al ciego: "¿Qué quieres que haga por ti?> (v.51), con la que había hecho a los dos hermanos: "¿Qué queréis que haga por vosotros?" (10,36). Esto muestra que también aquí el ciego es una figura representativa de los Doce/los discípulos, de cuya mentalidad han sido exponentes los dos hermanos.
La figura del ciego describe, pues, la situación de los discípulos, que, "aunque ven, no perciben" (4,12; cf. 8,18). ¿Cuál es la realidad que escapa ahora a su percepción? Atendiendo a los paralelos citados, la ceguera de los discípulos corresponde a la concepción mesiánica contenida en la petición de Santiago y Juan (10,37: "el día de tu gloria", es decir, el de su triunfo). Esperan que Jesús, que va camino de Jerusalén y al que reconocen por Mesías (8,29), triunfe en la capital y se proclame rey; ellos quieren participar de su reinado.
Para indicar el sentido de la ceguera, el evangelista inserta aún otras marcas: el ciego es un mendigo que estaba sentado, inmóvil, junto al camino. Esta última expresión (junto al camino) ha aparecido en la explicación de la parábola del sembrador (4,15) para designar a los que, cuando oyen el mensaje, un agente enemigo, Satanás, se lo arrebata. El agente enemigo es la ideología de poder, en este caso, la que es propia del mesianismo davídico. Teniendo esta concepción del Mesías, también los discípulos aspiran al poder y rivalizan por obtenerlo (cf. 9,34; 10,37); esto los hace refractarios al mensaje (8,32) abiertamente expuesto a ellos por Jesús sobre el destino del Hijo del hombre (8,32; 9,31; 10,34). Se han mantenido al margen del camino de Jesús y, en consecuencia, no pueden seguirlo.
Se indica que el ciego es un mendigo, es decir, alguien que no es autónomo ni vive por sus propios medios; está a merced de la ayuda que otros quieran prestarle. "Ciego" y "mendigo" describen la falta de desarrollo humano de los discípulos/los Doce, que carecen de criterio propio a causa de la ideología que cierra su horizonte (ciego) y de su dependencia (mendigo) del judaísmo que la propone.
Se trata, además, de un personaje inmóvil (estaba sentado), es decir, instalado o asentado en una ideología, la del mesianismo nacionalista, contraria a Jesús.
Todos estos datos confirman que el hijo de Timero, Bartimeo no es un patronímico, sino un epíteto descriptivo. Es sabido que, en expresiones semitizantes, la expresión "hijo de" a menudo no denota la descendencia carnal, sino solamente una estrecha relación con el término que lo sigue, entre ellas, la de adicto o discípulo.
El referente de Timeo (timaîos), "muy apreciado o estimado", puede establecerse por oposición a "despreciado" (atimos), que Jesús se aplicó a símismo en la escena de la sinagoga de su tierra (6,4). El "despreciado" fue Jesús, por no secundar el fanatismo nacionalista de sus compatriotas; el "Apreciado" es, por tanto, el opuesto: el Mesías nacionalista y triunfador. "Hijo de " indica así una relación de pertenencia o adhesión: el ciego, es decir, los discípulos/los Doce, son los "adictos del Apreciado".
De ahí que el calificativo ciego se coloque tras la denominación el hijo de Timeo, Bartimeo; si se tratase de una simple curación, normalmente iría antes de ella ("un ciego, el hijo de Timeo"), pues la condición del individuo tendría prioridad sobre su denominación. Al colocarse después, indica precisamente que la ceguera es consecuencia de lo expresado por el epíteto.
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