Jesús se detuvo y dijo: <<Llamadlo>>. Llamaron al ciego diciéndole: ¡Ánimo, levántate, que te llama!>>. Él, tirando a un lado el manto, se puso en pie de un brinco y se acercó a Jesús.
Jesús se detiene. Él, que había caminado en cabeza, dispuesto a llegar a la meta aunque los discípulos no lo siguieran (10,32), se detiene ahora para darles ocasión a que lo sigan; en cuanto ve la necesidad, está dispuesto a actuar. Su disposición a seguir hasta el final, aunque sea solo, muestra la fidelidad de Jesús al Padre; el detenerse para ayudar al ciego/los discípulos, la fidelidad a los suyos.
Jesús atiende inmediatamente la súplica del ciego y, por medio de los "muchos", lo llama (Llamadlo). El verbo "llamar" (gr. phôneô) denota intensidad de voz e implica, por tanto, distanciamiento. Ha sido usado por Jesús respecto a los Doce en la escena del "chiquillo" (9,35) y, como entonces, indica aquí la distancia entre la mentalidad del ciego/discípulos y la suya. Por otra parte, el verbo aparece tres veces en el v. 49, para subrayar su importancia; la segunda vez se encuentra en presente histórico (lit. "llaman"), señal de que la llamada de los "muchos" al ciego sigue teniendo vigencia en tiempo de Mc.
Jesús va por el camino; el ciego está sentado junto al camino. Jesús no se acerca al ciego; es éste el que tiene que ir adonde está él. Dice a los "muchos" que llamen al ciego y éstos, al hacerlo, siguen actuando como Jesús, y esta vez, por encargo suyo; es decir, colaboran en la actividad de Jesús. Tampoco ellos se acercan al ciego, que no está en el "camino", sino "junto a él"; lo llaman sin apartarse de Jesús.
Las palabras que dirigen los "muchos" al ciego (¡Ánimo, levántate, que te llama!), para exhortarlo a que haga caso de Jesús, son palabras que en otras ocasiones había usado Jesús mismo: ¡Ánimo!, apareció en 6,49, en la segunda travesía del lago; ¡levántate!, lo había dicho Jesús al paralítico (2,11) y a la hija de Jairo (5,41). Exhortan al ciego a dejar su posición de inmovilidad (sentado junto al camino) y a acercarse a Jesús (que te llama).
Los "muchos" tienen, por tanto, los mismos criterios de Jesús y actúan del mismo modo: en primer lugar, se oponen a la denominación Hijo de David y a la petición que se apoya en ella; luego colaboran con Jesús transmitiendo su llamada y emplean los términos usados antes por él. Su actitud y su actuación calcan la de Jesús: están en sintonía con él.
Estos datos, insertados por el evangelista, fuerzan a identificar a estos muchos con el grupo de seguidores de Jesús no procedentes del judaísmo oficial. Son el segundo grupo de su comunidad, el que, junto con sus discípulos, apareció calificado como "muchos" en la comida "en la casa/hogar", cuando, tras la llamada de Leví, se constituyó idealmente la futura comunidad universal: "estando él sentado a la mesa en su casa, muchos recaudadores y descreídos se fueron reclinando a la mesa con Jesús y sus discípulos; de hecho, eran muchos y lo seguían" (2,15 lect.).
Así pues, el grupo de seguidores no procedentes del judaísmo, que es numeroso (muchos), primero se opone frontalmente (le conminaban) a la idea que los discípulos/los Doce (el ciego) tienen de Jesús como Mesías (el Hijo de David) y a su petición, y después, por encargo de Jesús mismo (Llamadlo), exhortan al ciego, animándolo a tener confianza (¡Ánimo!), estimulándolo a salir de su inmovilidad (¡levántate!) e invitándolo a acercarse a Jesús (¡que te llama!).
Saber que Jesús lo llama cambia por completo al ciego. Hay que relacionar esta llamada (gr. phônêsate auton) con la anterior de Jesús a los Doce, donde Mc usó el mismo verbo (9,35). Entonces, cuando los discípulos discutían sobre quién era el más grande, Jesús llamó a los Doce (gr. ephônêsen autous) para decirles: "Si uno quiere ser primero, ha de ser último de todos y servidor de todos", nueva formulación de la primera condición del seguimiento: "Si uno quiere venirse conmigo, reniegue de sí mismo" (8,34), que Jesús había anunciado para los dos grupos, el de los discípulos y el de los seguidores no procedentes del judaísmo (cf. Lect.). Jesús ha repetido la advertencia en la admonición anterior a los Doce: "el que quiera hacerse grande entre vosotros tiene que ser servidor vuestro" (10,43).
La llamada de Jesús provoca el gesto del ciego: tirando a un lado el manto. Siendo el manto figura de la persona misma (cf. 5,27.28.30), el gesto significa su ruptura con lo que ha sido su vida o su trayectoria personal. Indica así el evangelista que los discípulos/los Doce se han decidido a cumplir las condiciones del seguimiento: renuncian a los valores que hasta ahora profesaban (8,34) y aceptan ser últimos y servidores (9,35). Pasan de "la idea de los hombres" a "la de Dios" (8,33).
El ciego/discípulos sale de su inmovilidad (se puso en pie de un brinco); es la condición para poder andar y acercarse a Jesús. Nótese que Mc no dice simplemente "se levantó", sino que usa un verbo que denota prontitud e indica una decisión instantánea. No es Jesús quien va hacia él, sino que él se acerca a Jesús, que está en el camino hacia Jerusalén, es decir, hacia su pasión y muerte (10,33s). El acercamiento, que suprime la distancia, significa la adhesión a la persona de Jesús y la aceptación de su destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario