y no consentía que nadie transportase objetos atravesando por el templo.
Simultáneamente con las acciones anteriores, realiza Jesús una nueva: impedir el transporte de objetos o utensilios a través del templo. Cualquiera que sea la naturaleza de los mismos, lo que está claro es que una prohibición de este género sólo se explica desde el profundo respeto que Jesús siente por el templo; con ella quiere evitar que el lugar santo sea profanado y, al mismo tiempo, evidenciar en qué se ha convertido.
En efecto, a pesar del carácter sacro que le atribuía la teología oficial, el templo se usaba como lugar de tránsito de una parte a otra de la ciudad, como un atajo para transportar cualquier cosa, sin respeto alguno por la pretendida sacralidad del lugar. Este comportamiento irreverente era consecuencia de la desacralización introducida en el templo por los sacerdotes responsables de él con el comercio autorizado. Al hacer del templo un mercado, la gente ha acabado perdiéndole el respeto y convirtiéndolo en una vía pública como otra cualquiera.
Se produce así una paradoja: el sistema religioso judío, que en teoría tendía a sacralizarlo todo, ha acabado profanando lo que él mismo consideraba como lo más sagrado (el templo).
Contra lo que a primera vista pudiera parecer, la nueva acción de Jesús (no consentía que nadie...) está en consonancia con las dos anteriores (v. 15bc). En el fondo, también ellas manifiestan la gran consideración que Jesús tiene por el templo, pero no por lo que éste en realidad es (un mercado), sino por lo que debería haber sido: el signo de la presencia de Dios en medio del pueblo y, como aparecerá a continuación (v. 17a), el lugar de encuentro de todos los hombres con él ("casa de oración para todos los pueblos").
Por consiguiente, la actuación de Jesús en el templo no tiene nada de irreverente (los irreverentes son los que consienten lo que ocurre en él); al contrario, si Jesús reacciona de un modo tan enérgico es por la indignación que le produce verlo profanado. No son las autoridades del templo las que tienen respeto y veneración por él; es Jesús, que, aparentemente, se comporta de forma tan escandalosa.
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